Los trabajadores y los pueblos cargan con el peso de la peor crisis de las últimas décadas
La economía mundial se encuentra entrampada en una nueva crisis capitalista, que se produce en el marco de la crisis general que afecta al sistema imperante. Esta crisis es más aguda que la de los años 2008-2009, y esa fue más grave que la de los años 1970. Es una constante en el desarrollo del capitalismo avanzar de tumbo en tumbo, en medio de momentos de crisis, en los que los principales afectados son los trabajadores y los pueblos, porque la riqueza que estos producen siempre es aprovechada por uno u otro sector de los dueños del capital.
En estas crisis se manifiestan de manera concentrada y violenta todas las contradicciones de la economía burguesa, la base para su aparecimiento cíclico está en el carácter social de la producción y la forma privada, capitalista, de apropiación de los productos del trabajo de la clase obrera. En las condiciones actuales del capitalismo monopolista, debido al acelerado desarrollo de las fuerzas productivas por la intensificación de la explotación de la plusvalía para extraer el máximo beneficio y la competencia que se desarrolla junto al monopolio, la producción capitalista tiende a desarrollarse rápida e infinitamente.
Sin embargo, los mercados no presentan un desarrollo acorde con ello; expresan un desarrollo limitado y el ritmo de su crecimiento no alcanza un nivel que satisfaga las necesidades de una producción en infinito desarrollo. La finitud de los mercados, además de estar relacionados con el consumo de los capitalistas que son los mercados de los demás, ya que el consumo de lujo de los capitalistas puede considerarse insignificante en términos de magnitud, principalmente está determinado por el nivel de capacidad de consumo de la clase obrera (y de otros trabajadores) –una parte significativa de cuya fuerza de trabajo es tomada sin recompensa- que se deriva de su posición como consumidores finales y reales de los productos producidos que solo pueden realizarse mediante el consumo. Cuando esta discordia entre la producción capitalista y los mercados, los impases provocados por cualquier motivo en los procesos de cambio necesarios para que la producción se realice a través del consumo superan un nivel en el que no pueden ser «resueltos» a través de las fluctuaciones de los mercados o cuando ya no se pueden diferir en el tiempo, estalla la crisis.
Por esta razón, podemos afirmar con confianza que la crisis del capitalismo, en última instancia, está causada por el siguiente conflicto: La insaciable sed de riqueza de los dueños del capital conduce al aumento de la producción y, con ello, a la búsqueda de una masa mayor de plusvalía, que choca con el limitado poder de consumo de los trabajadores, con lo cual, la tendencia al desarrollo ilimitado de la producción social choca con el límite de la capacidad de consumo de la sociedad. «El verdadero límite de la producción capitalista es el mismo capital, es el hecho de que, en ella, son el capital y su propia valorización lo que constituye el punto de partida y la meta, el motivo y el fin de la producción; el hecho de que aquí la producción solo es producción para el capital y no a la inversa, los medios de producción simples medios para ampliar cada vez más la estructura del proceso de vida de la sociedad de los productores»[i], señala Carlos Marx.
Debido a la incidencia de la pandemia del Convid 19, que actuó como factor externo de incidencia global, la crisis se ha presentado de manera simultánea en todos los países y prácticamente en todos los ámbitos de la economía. Las pérdidas provocadas son millonarias, hay una enorme destrucción de fuerzas productivas, millones de plazas de trabajo se han perdido y los esfuerzos que la burguesía internacional realiza para evitar una caída más grave de la economía y para tomar el camino de la recuperación están llevando al mayor empobrecimiento de las masas trabajadoras, de millones de hombres y mujeres que enfrentan la desocupación y la disminución de sus salarios, además, están sembrando raíces para una futura caída de la economía mundial.
Crisis capitalista y pandemia
La magnitud y amplitud de la crisis se ha visto intensificada por el aparecimiento de la pandemia del Covid 19, que forzó al establecimiento de medidas de bloqueo, es decir, cierre de empresas, paralización del comercio internacional, confinamiento social.
El Covid 19 no fue la causa de la crisis, actuó como factor agravante de un fenómeno que se estaba incubando El mundo venía ya en un proceso de disminución del crecimiento económico, incluso algunos países entraron en estancamiento, principalmente en Europa. Según el Banco Mundial, en su informe Perspectivas Económicas Mundiales, el año 2018 la economía mundial tuvo un crecimiento del 3.0% de PIB, en el 2019 disminuyó al 2.4% y proyectaba un crecimiento de 2.5% para el 2020. Los problemas mayores estaban en los principales países imperialistas (salvo China), que se preveía tendrían un crecimiento promedio apenas 1.4%, mientras las denominadas economías emergentes, del Asia Oriental y el Pacífico y de Asia Meridional tendrían tasas de crecimiento superiores a la media mundial, 4.1%, 5.7% y 5.5%, respectivamente. El Fondo Monetario Internacional se mostraba más optimista, pues, preveía para este año un crecimiento mundial del 3.3%. Sin embargo, esta previsión era cuestionada por una serie de evidencias como el efecto negativo de la guerra comercial EEUU-China y la agudización de las contradicciones interimperialistas, el empeoramiento de las relaciones entre EEUU y sus socios, la profundización del descontento y la lucha de los trabajadores y los pueblos en varias regiones del planeta.
Los resultados oficiales del comportamiento de la economía durante el primer trimestre de este año confirmaron la gravedad de los problemas: En EEUU cayó 4,8%, en Alemania 2,2%, Francia 5,8%, Italia 4,7%, España 5,2%, China 6,8% (la primera contracción en los últimos 40 años); América Latina reportó saldo rojo, salvo Colombia y Chile. La gran caída de China tuvo una pronta recuperación en el segundo trimestre, 3,2% interanual, según datos oficiales, por encima de las previsiones que le situaban entre el 1.5% y 3%, mientras el conjunto de la Unión Europea tuvo un desplome del 11.7%.
El análisis de los índices de la producción industrial mundial y del comercio mundial de mercancías nos permite confirmar que la crisis actual estaba en camino.
La tasa de crecimiento de la producción industrial mundial total, que fue del 3,6% en 2017, disminuyó al 3,1% en 2018 y al 0,8% en 2019. En los últimos dos trimestres de 2019 las tasas de crecimiento, en comparación a trimestres anteriores, son -0.2%, 0.3% Con el impacto de la pandemia, especialmente en China, en el primer trimestre de este año se produjo una fuerte caída, el -4.2%, y en abril y mayo, en comparación con los meses anteriores, el crecimiento fue de -8.5% y 0.8% respectivamente.
El volumen del comercio mundial inició su contracción en 2019, cuando la pandemia aún no se hacía presente y con ésta su contracción fue mayor. Su tasa de crecimiento, que fue de 4.9% en 2017, disminuyó a 3.4% en 2018 y a -0.4% en 2019 (crecimiento negativo, contracción absoluta). Los mayores problemas iniciaron en los dos trimestres finales de 2019, en el primer trimestre de este año el crecimiento fue de -2.7%, y en abril y mayo, en comparación con el mes anterior, estas tasas fueron de -12.2% y -1.1% respectivamente.
China no escapa de este fenómeno, pero su comportamiento es distinto. Su caída es pequeña entre 2017 y 2019, va del 6.6% al 5.7%, pero sufre una fuerte caída el primer trimestre de este año, -12%, y en marzo se observa un crecimiento mes a mes del 16%, en abril 3.9% y en mayo 0,6%. Los niveles más altos de caída se encuentran en América Latina: -0.7%, -2.2%, -5.0% en los años antes señalados, y en abril y mayo de este año -18.0% y 2.2% (en relación a los meses anteriores) respectivamente.
Desde el año anterior se alertó de una eventual crisis de la deuda. La relación de la deuda mundial con el PIB alcanzó su máximo histórico del 322%, equivalente a 253 billones de dólares, fenómeno que engloba tanto al sector privado como al estatal. Desde la crisis 2007 – 2008, el mayor crecimiento de la deuda se produjo en el sector empresarial no bancario, que debido a la reducción del crecimiento de la economía encontró mayores dificultades para pagar los créditos. Según un informe de la OCDE, a finales de diciembre de 2019 la cantidad mundial de deuda pendiente de pago de empresas no financieras alcanzó un máximo histórico de 13,5 billones de dólares, el doble en términos reales que en diciembre de 2008[ii].
Si se hace una comparación entre el stock de bonos corporativos de 2019 con los existentes en el año 2008, a fines del año pasado llegó al doble. El ranking de los diez países con mayor deuda corporativa nominal lo encabezan EEUU y China, muy distanciados del resto. En EEUU alcanza el 75% del total del PIB, en China llega hasta el 155%, en Japón representa el 101.6%, en Francia el 154.1%, en Alemania es el 58.9%, en Reino Unido llega al 79.1% del PIB, en general, los países con más alta deuda corporativa son las mayores economías del planeta[iii]. Un elemento que se advierte en este tema, es la «mala calidad de la deuda», por ejemplo, en EEUU, el 75% de esta está considerada en ese rango, y podría ser mayor, porque las empresas que la califican tienen intereses y acuerdos con las empresas que son calificadas.
Con las medidas de salvataje y préstamos ejecutadas en estos meses para enfrentar la crisis, las inversiones para enfrentar los problemas de salud y políticas sociales, el tema de la deuda pública toma dimensiones mayores, ha llegado a su nivel más alto luego de la II Guerra Mundial, por el sobre el 100% del PIB[iv]. Por ello, el fenómeno del endeudamiento –corporativo y público- pone en riesgo el estallido de esta burbuja en poco tiempo, con implicaciones mundiales, pues, los monopolios internacionales se encuentran inmersos en esta situación.
El temor del advenimiento de la pandemia se expresó en los mercados, los precios de las acciones cayeron bruscamente, desde niveles que se encontraban sobredimensionados; en los mercados de crédito los diferenciales se dispararon, en segmentos riesgosos como bonos de alta rentabilidad, los préstamos apalancados y la deuda privada. Luego vino la caída de los precios del petróleo en el mercado internacional, debido al debilitamiento de la demanda mundial y al juego de intereses entre los principales productores de petróleo, como los países integrantes de la OPEP, Arabia Saudita, Rusia, Estados Unidos. Más tarde comenzó a subir de nuevo debido a la creciente necesidad de energía de la rueda capitalista, que comenzó a girar de nuevo cuando se levantaron las medidas adoptadas por la pandemia y se agotaron las reservas de gas de esquisto de los Estados Unidos. En la base de este fenómeno está la sobreproducción petrolera que, por vez primera, llevó al establecimiento de precios negativos para el barril de petróleo. Cayeron también los precios en valores unitarios de las materias primas, en abril un 5.8% en la relación mensual con marzo, que tuvo ya una caída de -2.0%.
Las denominadas economías emergentes sufrieron una reversión de los flujos de inversión de cartera jamás antes vista, tanto en dólares como en porcentaje del PIB, lo que llevó a calificar esta situación como la tormenta perfecta. Los países con economías más débiles sintieron con fuerza los problemas del mercado internacional, la drástica caída de remesas y, en general, su condición de dependientes del capital financiero internacional.
La paralización de la producción y el comercio a escala mundial provocó el pánico en los mercados de valores y las previsiones de crecimiento económico fueron a la baja. En abril se habló ya que se produciría una gran contracción económica de -3% en el 2020, peor que la registrada durante la crisis del 2008, siempre advirtiendo que los escenarios podrían ser peores, si la pandemia y sus efectos se alargaban. En junio, el Banco Mundial estableció una contracción del PIB mundial de 5.2% en el año 2020, siendo así la recesión global más profunda en ocho décadas, a pesar de las políticas y medidas económicas y sociales adoptadas sin precedentes.
Las proyecciones del FMI, publicadas el 24 de junio, son un tanto «mejores» que las del Banco Mundial, pues, hablan de un decrecimiento de -4.9% para 2020 y un crecimiento de 5.4% para el 2021, por supuesto, de no producirse agravamientos en el curso de la pandemia. EEUU y la Zona del Euro tienen las tasas más altas de decrecimiento (-8.0% y -10% respectivamente), así como América Latina y el Caribe, -9.4%. La disminución del crecimiento de China es alta, bajaría del 6.1% alcanzado en 2019 al 1.0% previsto para este año, siendo el único país imperialista con índice positivo.
El crecimiento del 5.4% pronosticado para el 2021 significa que, globalmente, el PIB en el año venidero sería alrededor de seis y medio puntos porcentuales más bajo que las proyecciones publicadas en enero de 2020, pero el proceso de recuperación económica total será lento, tal vez dos o tres años. Se prevé que la pérdida acumulada de la economía mundial será de 12 billones de dólares en los años 2020 y 2021, el 10% de esa pérdida estará en América Latina y el Caribe.
No debe descartarse la posibilidad de que los problemas se agudicen en los próximos meses y la crisis se profundice.
Contradicciones y pugnas interimperialistas
En el contexto de la crisis económica y la pandemia mundial, las contradicciones Inter monopólicas e interimperialistas han estado presentes. La espiral de amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje entre EEUU y China han continuado, a momentos en tono alto y, en otros, con una aparente distensión. No es una confrontación entre democracia y autoritarismo, o entre capitalismo y socialismo como algunos sectores la presentan, son contradicciones entre las dos principales potencias imperialistas, que disputan la ampliación y afirmación de su control en los mercados y regiones del planeta.
La adopción de medidas de seguridad por parte de las principales potencias económicas para controlar el contagio, no han estado distanciadas de consideraciones políticas, y en las investigaciones sobre el tratamiento y vacunas para enfrentar el Covid 19 se ha evidenciado el juego de intereses de los monopolios farmacéuticos y de los estados imperialistas a los que se deben.
Las disputas interimperialistas están lejos de los intereses de los trabajadores y los pueblos, estos no pueden alinearse detrás de una u otra potencia, bajo supuestos equivocados de que unos u otros «favorecen más o menos» a la humanidad; es más, la agudización de las contradicciones entre las potencias engendra, también, el peligro de guerra.
Respuesta de la burguesía internacional
La burguesía internacional ha aprendido de las experiencias pasadas y, en esta ocasión, adoptó una serie de medidas para evitar que el desplome económico sea mayor y que el descontento de los trabajadores y los pueblos se transforme de manera rápida en grandes acciones de protesta.
Los bancos centrales inyectaron masivamente liquidez y los gobiernos establecieron políticas de salvataje, a través de subvenciones, créditos y políticas fiscales en beneficio de los monopolios y las grandes empresas, y para evitar que se produzcan quiebras en masa. El monto de los recursos destinados para esos propósitos es enorme, sin precedentes, «en los programas de rescate y estímulo fiscal, que contemplan complementos salariales, licencias, préstamos y subvenciones a las empresas, se ha producido un gasto adicional promedio equivalente al 5-6% del PIB con un monto similar además de las garantías de préstamos y otro apoyo crediticio para bancos y empresas»[v].
La dramática situación impuesta por la crisis y la pandemia del Covid 19, obligaron al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional a cambiar su discurso respecto del manejo económico de los gobiernos y a la adopción de medidas emergentes. Hablaron de la necesidad de suspender el pago de la deuda externa en los países con economías débiles y mayores dificultades, plantearon el impulso de procesos de renegociación de estas, algunos países «perdonaron» tramos de deuda de países dependientes. El FMI lanzó un plan urgente de créditos de libre disponibilidad por 20 billones de dólares, 96 países con mayores dificultades accedieron a estos.
También plantearon la «necesidad» de aplicar reformas «que permitan que el capital y el trabajo se ajusten relativamente rápido, acelerando la resolución de disputas, reduciendo las barreras regulatorias y reformando los costosos subsidios, los monopolios y las empresas estatales protegidas que han frenado el desarrollo».[vi] En algunos países se aprobaron leyes especiales para «flexibilizar» las relaciones laborales, legalizar la quiebra de empresas y los despidos masivos, obligar el uso de vacaciones, reducir las jornadas de trabajo y las remuneraciones por debajo de los salarios básicos establecidos, al mismo tiempo que se establecieron también programas sociales, como la creación de bonos económicos y kits alimenticios para los sectores más empobrecidos.
A pesar de los llamados de prevención de organismos como la OMS, para proteger la vida con medidas de aislamiento, la burguesía forzó la rápida incorporación de los trabajadores y trabajadoras a las empresas en los sectores considerados no esenciales, en la mayoría de estos sitios sin adecuadas medidas de bioseguridad, provocando el aumento del contagio, pero también la resistencia y la protesta de los trabajadores.
Los trabajadores y los pueblos cargan el peso de la crisis
Las víctimas principales de la crisis capitalista y la pandemia del Covid 19 han sido, desde un inicio, las clases trabajadoras, los sectores más empobrecidos de la sociedad, principalmente, la juventud. Las acciones adoptadas por la burguesía y sus gobiernos, a pesar de algunas políticas sociales (como bonos), están descargando sobre la clase obrera, los desempleados, los sin vivienda, los efectos de la crisis capitalista. Esto no es un fenómeno nuevo, es una constante, forma parte de la naturaleza y del ciclo de reproducción capitalista.
Millones de hombres y mujeres han perdido sus empleos, sufren la reducción de sus salarios, han debido incrementar las horas de trabajo; millones también –particularmente jóvenes- han visto cerrado su ingreso al mercado laboral.
En los sectores privado y público se ha ampliado el aprovechamiento del teletrabajo, que provoca la flexibilización de horarios, la intensificación del trabajo, en suma, una intensificación de la explotación. Las empresas disminuyen sus inversiones, los trabajadores cubren gastos de producción que corresponden o son responsabilidad de las empresas, como consumo de electricidad, internet, computadoras, teléfonos; la jornada laboral por horas va desapareciendo y su medición es por objetivos. Para las mujeres trabajadoras ha sido presentado como una forma de «conciliar la vida familiar y laboral», escondiendo la doble jornada de trabajo y justificando la adopción de políticas de recorte de servicios sociales, como guarderías, etc.
Miles de empresas han quebrado y cerrado sus puertas; para que las quiebras no sean masivas, la burguesía estableció la reducción de las jornadas de trabajo. De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la disminución mundial de las horas trabajadas en el primer trimestre de 2020, en comparación con el último trimestre de 2019, fue equivalente a la pérdida de 130 millones de empleos a tiempo completo, y para el segundo trimestre calculaba que sería equivalente a 305 millones de empleos a tiempo completo.[vii] Culminado el primer semestre, la misma OIT reconoció que esa cifra ascendió a 400 millones y que en América Latina se presentaban las pérdidas más graves (18.3%). Para el último trimestre de este año, en el escenario más favorable, se calcula que, a nivel mundial, se siga perdiendo alrededor del 4.9% de las horas de trabajo (140 millones de puestos de trabajo a tiempo completo), con arreglo al caso más desfavorable (una posible segunda ola de la pandemia) podría perderse hasta el 11.9% de horas de trabajo (equiparables a 340 millones de empleos a tiempo completo).[viii]
Las mujeres trabajadoras son el sector más afectado, en particular, debido a los efectos de la crisis en el sector servicios y porque constituyen una gran parte de quienes actúan en la primera línea en el enfrentamiento de la pandemia (especialmente sectores sanitarios y de asistencia social). Las mujeres trabajadoras están sufriendo el alargamiento de sus jornadas de trabajo y la disminución de sus ingresos. A escala mundial, casi 510 millones de mujeres trabajadoras, a saber, el 40%, desarrollan su labor en los sectores más afectados por la crisis.
En general, quienes se encuentran vinculados al sector denominado como «trabajadores informales» han sido los más afectados. Son más de 2.000 millones de personas en el mundo (62% del total de empleados), que actúan prácticamente en todos los sectores de la economía, desde hotelería, comercio en las calles, agricultores, etc. 1.600 millones de ellos se vieron afectados por las restricciones impuestas para enfrentar la pandemia.
Uno de cada seis jóvenes en el mundo ha perdido su empleo desde el inicio de la pandemia y los que siguen ocupados vieron reducir sus horas de trabajo en un 23%. Los jóvenes han visto la destrucción de sus empleos. Tres de cuatro jóvenes activos en el mercado laboral trabaja en el «sector informal», por ende, carecen de protección social. Este período ha sido muy duro para los jóvenes: se han destruido sus empleos, han enfrentado obstáculos para continuar con su educación y se ha dificultado su acceso al mercado laboral.
La crisis actual está ampliando y profundizando las inequidades sociales. El año 2020 terminará con 71 millones de personas más en condiciones de pobreza extrema, si las previsiones de crecimiento económico se mantienen con factores favorables, caso contrario llegaría a 100 millones de personas, con lo que la tasa mundial subiría al 9.18%, significando el primer aumento reconocido desde 1998. El número de personas en condiciones de pobreza aumentaría en 353 millones hasta finalizar el año.
Principalmente los países dependientes más pobres sufren el incremento de la pobreza extrema y la pobreza general; casi la mitad de los nuevos pobres estarán en Asia del Sur, y más de un tercio en África Subsahariana.[ix] América Latina y el Caribe es la región más afectada en cuanto a efectos sociales negativos, la pobreza extrema crecerá de 67 a 83 millones de personas este año, y su crecimiento mayor será en las zonas urbanas que en las rurales, además debido a las dificultades en la producción, disminución del precio de las materias, problemas en su economía, se advierte el riesgo de que se presente una crisis alimentaria.
Los impactos de la crisis económica en los trabajadores y los pueblos son profundos y duraderos, estarán presentes mucho tiempo después de que inicie la recuperación económica.
No hay duda alguna que la destrucción de las fuerzas productivas que se ha producido y sigue produciéndose y la adopción de políticas para salir del hoyo en el que se encuentra la economía mundial, está significando el incremento de los niveles de explotación a la clase obrera, de opresión a los pueblos. Una vez más la burguesía ha descargado la crisis sobre los hombros de los oprimidos.
Se desnuda el carácter rapaz del capitalismo
El desarrollo de esta nueva crisis económica del capitalismo, así como de la pandemia del Covid 19 y las medidas que la burguesía ejecuta para paliarlas está provocando un cuestionamiento multilateral al sistema de explotación en el que viven los trabajadores y los pueblos.
Años de ejecución de políticas neoliberales que, entre otros aspectos, llevaron al fortalecimiento de los sistemas privados de salud y de seguridad social -en desmedro de los del sector público-, a la ejecución de políticas de flexibilización laboral, al recorte de presupuestos para programas sociales, etc. pasaron la factura a los más pobres en el curso de la pandemia del Covid 19, que han sido las principales víctimas de contagios y muerte, así como en el confinamiento social, el cierre de empresas y las medidas adoptadas por los gobiernos para salvar a los grandes empresarios.
Los trabajadores han visto cómo se destinan millones de dólares para sostener en pie a las grandes empresas, mientras que los bonos de apoyo u otras medidas para mitigar los problemas de millones de personas sin trabajo y sin qué comer, comparados con aquellos, son apenas migajas. Los trabajadores reciben salarios más bajos para que la gran burguesía mantenga sus fortunas, en un mundo en el que el 1% de los más ricos concentran el 82% de la riqueza.
Sobre todo, hay un elemento fundamental que ha constatado el mundo entero: ¡sin la fuerza de trabajo en movimiento, sin los obreros en las fábricas y los campesinos en los campos no hay producción, sin ese trabajo la sociedad no genera riqueza!
En la burguesía existe preocupación por lo que está ocurriendo, por las debilidades que presenta su sistema y el riesgo que situaciones como las que hoy se producen provocan a su estabilidad y permanencia. En sus think tank (tanques de pensamiento) elaboran propuestas que, en general, aparecen como innovaciones o reformas para hacer del capitalismo menos salvaje, «más amigable» para los trabajadores, los pueblos y la naturaleza; unos, hablan de la necesidad de adoptar, para el futuro, políticas sociales –similares a las aplicadas por el Estado de Bienestar-; otros, en cambio, apelan a la necesidad de aplicar políticas de fuerza para contener el descontento y la lucha de las masas.
Para millones de hombres y mujeres, está más claro que la burguesía tiene en el Estado el instrumento para precautelar sus intereses de clase, desarrollándose en esos sectores la conciencia de la necesidad de transformar la sociedad. Sin embargo, estos pasos dados en el desarrollo de la conciencia de la clase obrera, no significa que se abra en todos ellos la perspectiva de la revolución y el socialismo como alternativa efectiva para superar el actual estado de cosas. La influencia ideológica de la burguesía y el oportunismo es aún fuerte en el movimiento obrero y popular, y la crisis capitalista lo encuentra afectado por una gran dispersión ideológica y política.
En el mismo escenario de la crisis, enfrentando los embates de la pandemia y los impactos devastadores del desempleo y la pobreza los trabajadores y los pueblos, la juventud han expresado su inconformidad y rechazo a las políticas de los Estados y los patronos, han salido a las calles reclamando sus derechos, en distinta medida, en casi todos los países. Esas expresiones de lucha de la clase obrera y los pueblos van a crecer y los revolucionarios proletarios debemos esforzarnos por estar presentes, por señalar los caminos más justos y certeros, por jugar el rol de organizadores y dirigentes de la lucha popular. Esos combates son, por su contenido y por sus objetivos, expresiones contra el capitalismo, en oposición a su naturaleza depredadora y opresora; pueden y deben avanzar a mirar los objetivos de la revolución y el socialismo
Transformar el descontento de las masas en organización y lucha
El escenario abierto por la crisis actual, crea mejores condiciones para avanzar en la concientización, politización y organización de la clase obrera, la juventud y los pueblos. Los partidos y organizaciones marxista leninistas tenemos una gran oportunidad para desarrollar nuestro trabajo en ese sentido, para hacer crecer nuestras fuerzas en cada uno de nuestros países, para ampliar la influencia y la organización de la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista Leninistas entre los trabajadores y los pueblos del mundo. Esa oportunidad representa para los revolucionarios proletarios un gran desafío que asumimos con convicción y coraje para evidenciar la necesidad de la revolución, para crecer y desarrollar nuestros partidos, para avanzar en el proceso de acumular fuerzas revolucionarias.
Estos propósitos serán factibles si profundizamos nuestra relación ideológica, política y organizativa con la clase obrera, la juventud y los pueblos, transformando su descontento en organización y lucha, levantando el combate contra las medidas y políticas implementadas por la burguesía para descargar la crisis sobre los trabajadores y los pueblos. En cada país, tenemos la responsabilidad de presentar propuestas y programas para enfrentar la crisis –que respondan a los intereses de los trabajadores y los pueblos-, que se conviertan en banderas de lucha de las masas y nos sirvan para demostrar que los intereses de los trabajadores y la burguesía son contrapuestos e irreconciliables.
Los acontecimientos que se están produciendo a escala global, confirman los principios marxista leninistas sobre la naturaleza de las crisis del capitalismo, pero también ratifican que su existencia no determina por sí el estallido de la revolución social del proletariado. Es indispensable contar con un fuerte movimiento revolucionario de masas, con un gran movimiento obrero y popular que luche contra toda forma de explotación y opresión del capitalismo y enfile sus combates hacia la instauración del poder de la clase obrera y el pueblo. Es fundamental, al mismo tiempo, la existencia y la acción de la vanguardia política revolucionaria, lo suficientemente desarrollada y enraizada entre las masas, para que pueda cumplir a cabalidad el papel dirigente del proceso revolucionario. Debemos reconocer que hace falta dar muchos pasos en ese sentido para alcanzar la victoria del proletariado sobre los dueños del capital, el Movimiento Comunista Internacional tiene expresión organizativa en pocos países y con limitado posicionamiento. Esta situación debe ser superada, y con urgencia.
La lucha por la conquista del poder nos obliga hacer público, lo más ampliamente posible, nuestros puntos de vista, nuevas valoraciones sobre lo que ocurre en el mundo y quienes son los causantes y beneficiarios; debemos ser activos participantes –con nuestras concepciones marxista leninistas- en el debate político e ideológico que se ha abierto respecto de la permanencia del capitalismo actual y los «cambios» que sectores de la burguesía dicen es necesario hacer. Junto a la perspectiva de la revolución y el socialismo, necesitamos presentar propuesta de reivindicaciones materiales de las masas –inmediatas y mediatas-, que se conviertan en banderas de movilización y lucha, como ya está ocurriendo en varias regiones.
Se habla mucho del advenimiento de una «nueva normalidad», como si esta supondría la superación de los problemas que el mundo enfrenta hoy y desde antes de la pandemia. Sin embargo, la asumen partiendo del criterio que se levantaría sobre los mismos pilares del caduco régimen capitalista: sobre la explotación a los trabajadores y pueblos, la opresión a las mujeres, la depredación de la naturaleza, la segregación racial, con ciertas modificaciones en el comportamiento social. En realidad, la burguesía internacional busca aprovechar las actuales circunstancias para encontrar nuevos mecanismos de acumulación, es decir, de llevar a niveles más altos la explotación del trabajo asalariado, la extracción de plusvalía.
Los marxista leninistas buscamos un nuevo orden que significa la transformación revolucionaria de la sociedad, una «nueva normalidad» que surja de la negación del pasado, con el nacimiento de una nueva sociedad, la sociedad de los trabajadores. Solo el socialismo puede construir ese nuevo mundo.
COMITÉ DE COORDINACIÓN DE LA CIPOML
Agosto de 2020
[i]Carlos Marx. El Capital, Tomo III, capítulo XV.
[ii] Ver: Las semillas de la próxima crisis de la deuda, John Plender, 16 III 2020 https://www.expansion.com/mercados/2020/03/09/5e6578f4468aebff048b45b2.html
[iii]Ver: Los 10 países con mayor deuda corporativa, Miguel Boggiano, 16 XII 2019.
https://www.ambito.com/opiniones/bonos/los-10-paises-mayor-deuda-corporativa-n5071402
[iv] Ver: Fiscal Policies for a Transformed World, IMF Blog, 10 junio 2020 https://blogs.imf.org/2020/07/10/fiscal-policies-for-a-transformed-world/?utm_medium=email&utm_source=govdelivery
[v] Ver: UK: wishing for a V-shape, Michael Roberts. 10 julio 2020 https://thenextrecession.wordpress.com/2020/07/10/uk-wishing-for-a-v-shape/
[vi]Banco Mundial.
[vii] International Labor Organization https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/briefingnote/wcms_743146.pdf
[viii] Ver: https://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/wcms_749470.pdf
[ix]Ver: https://www.worldbank.org/en/topic/poverty/brief/projected-poverty-impacts-of-COVID-19