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Las elecciones presidenciales, en cuya primera vuelta Hamma Hammami quedó en tercer lugar, han desalojado de la Presidencia al candidato oficioso de Ennahdha.

El domingo 21 de diciembre, el pueblo tunecino fue convocado para elegir al Presidente de la República, en un escenario que nunca se había dado en Túnez.

Desde la proclamación de la República, el 25 de julio de 1957, y la adopción de la Constitución de junio de 1959, Túnez no había tenido elecciones libres, democráticas y transparentes. El régimen neocolonial continuó organizando elecciones regularmente, mas el resultado se conocía de antemano, pues lo que había era un plebiscito sobre el único candidato que se presentaba.

Esa parodia se mantuvo en Túnez incluso después de la reforma de la constitución de noviembre de 1987, que designó a Habib Burguiba presidente vitalicio. Después del golpe de Estado de noviembre de 1987, el general Ben Alí introdujo algunas modificaciones: era él mismo quien designaba a los participantes entre los políticos que le rendían pleitesía, con lo cual recibía el 99% de votos. Esto hizo que en las recientes elecciones hubiera un ambiente de aprensión y también de esperanza entre los tunecinos; téngase en cuenta que han sido las primeras elecciones presidenciales organizadas desde el 14 de enero de 2011.

Recordemos que en la primera vuelta de las elecciones, celebradas el 15 de noviembre pasado, hubo candidaturas de 27 hombres y mujeres; la mayoría de ellos eran de una u otra manera candidatos de tal o cual facción de la burguesía, que ansía mantener su poder o reconquistarlo. Frente a ellos, y de cierta manera contra ellos, se presentaba Hamma Hammami (Frente Popular) como representante de las clases populares, portavoz de sus esperanzas para lograr los objetivos de la revolución. Al quedar Hamma en tercer lugar, en la segunda vuelta se han enfrentado dos candidatos, tan reaccionario el uno como el otro: es decir, Beji Caíd Essebsi, de «Nidà Tunis», antiguo ministro de Burguiba y de Ben Alí, por un lado; y, por el otro, el candidato no declarado del partido islamista, el presidente provisional Moncef Marzuki. Antes incluso de empezar la campaña, los medios informativos burgueses trataron de presentarlos como opuestos y portavoces de dos proyectos sociales antagónicos: uno como portaestandarte de la modernidad, de la democracia y del Estado secular, y el otro como defensor de la identidad del estado religioso. Todo ello no era nada más que fraseología para ocultar el verdadero carácter de clase burguesa de ambos proyectos.

Tanto «Nidà Tunis» como «Ennahdha» son expresiones políticas y organizativas de los intereses de la gran burguesía compradora, e independientemente de sus diferencias, su esencia es la misma. Basta con echar un vistazo a sus programas económicos y sociales para darse cuenta: neoliberalismo, limitar la intervención del Estado en el terreno económico y de inversiones, privatización acelerada de las empresas públicas y los bancos estatales, liberalización de los precios de productos de consumo y de los servicios, liquidación de las compensaciones, etc. El voto masivo y coincidente el 10 de diciembre último en la Asamblea de los Representantes del Pueblo a favor de la Ley de finanzas [Presupuestos] 2015 es una clara manifestación de esto: una ley que sólo los diputados del Frente Popular han rechazado, ya que prevé medidas antipopulares para hacer recaer todo el peso de la crisis sobre las masas populares.

Lo que afirmamos sobre los dos candidatos explica en buena medida los vaivenes de sus respectivas campañas. En ningún momento hubo confrontación alguna sobre los programas políticos, ni de ningún otro carácter. Lo más agrio ha sido la personalidad de los dos candidatos:

Uno, por haber estado durante decenios al servicio del régimen dictatorial en sus dos versiones (la de Burguiba y la de Ben Alí), en las que ocupó puestos decisivos que le hacen de cierta manera responsable de numerosas desgracias sufridas por los tunecinos, la represión y eliminación de libertades mientras que era ministro del Interior, y sobre todo que nunca ha manifestado el menor remordimiento ni autocrítica por ese pasado nada brillante.

Del otro candidato, su compromiso durante los tres últimos años con el islamismo y el proyecto reaccionario de los Hermanos Musulmanes en Túnez y otros lugares; la metamorfosis de este militante de los Derechos Humanos, que aprovechó y se hizo un protector de las milicias y un aliado objetivo de las corrientes que preconizan y practican el terrorismo, lo que le llevó a ser el centro de las críticas contra él. Sus grandes errores durante su mandato le han valido acerbas críticas de toda una sociedad; uno de sus últimos errores fue un discurso de odio y de división hacia todos aquellos que no compartían sus posturas políticas y que, según él, son todos peones a sueldo del antiguo régimen.

Recordemos que, en vísperas de la primera vuelta, las posibilidades de los dos candidatos eran dispares, ya que en las legislativas, un mes antes, el «Congreso por la República», el partido de Moncef Marzuki, sólo obtuvo 67.000 votos, o sea menos del 4% de los electores, mientras que «Nidà Tunis» tuvo un 37%. Pero el partido islamista, que no presentó un candidato a las presidenciales, otorgó sus votos al presidente saliente [Marzuki], después de un semifracaso en las legislativas, lo cual le permitió presionar al partido ganador para negociar con él. Marzuki obtuvo el segundo puesto con más de un millón de votos, a poca distancia de su adversario.

Una mayoría de los ciudadanos que habían votado por «Nidà Tunis» en las legislativas para cerrar el camino a «Ennahdha», reaccionó de la misma manera en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales: es decir, votar a Essebsi para impedir a Marzuki volver al Palacio de Cartago. Había miles de personas que no hubieran votado por ninguno de los dos, pero decidieron utilizar su voto para terminar con las instituciones salidas del escrutinio del 23 de octubre de 2011, que dio plenos poderes al partido islamista, y a los que aceptaron desempeñar el papel de comparsas junto a él. Se trata, pues, de un voto de sanción y no de un voto de adhesión a un programa.

Los partidos liberales representados en el Parlamento, la «Unión Patriótica Liberal» (16 escaños) y «Afek Tunis» (8 escaños), como los partidos que se reivindican del movimiento “desturiano” (el antiguo partido en el poder), llamaron a los electores a votar por Essebsi. El Frente Popular, consciente de que ninguno de los dos candidatos eran criaturas de la revolución, que no podían defender los objetivos de ésta, y teniendo en cuenta la caótica gestión del país por el gobierno de la troika y su presidente, y que éste era el candidato real (no declarado) del partido islamista, llamó a cerrarle el camino y dejó a los votantes que decidieran el voto por uno u otro candidato.

Los resultados oficiales anunciados hoy confirman la victoria de Beji Caíd Essebsi, con el 55,68%, frente a su adversario, el presidente saliente Moncef Marzuki. La participación electoral ha sido de un 60%, con una fuerte abstención, particularmente de la juventud.

Se abre una nueva era de combate para el Frente Popular y las fuerzas progresistas del país.

Túnez, 22 de diciembre de 2014