A principios de julio, las limpiadoras de institutos de la comarca del Baix Vinalopó llevaron a cabo una protesta ante la sede de la empresa FISSA en Alicante, para reclamar los salarios impagados. Sin embargo, las reivindicaciones de estas mujeres van mucho más allá, hasta entrar en cuestiones de salud laboral, representación sindical e incluso la demanda de reconocimiento social. Porque las trabajadoras de la limpieza, siendo uno de los pilares necesarios para el correcto funcionamiento de los servicios públicos (como se puede comprobar a cada huelga llevada a cabo en el sector y se ha demostrado durante la pandemia), sufren sin embargo un bajo estatus profesional que, unido a su condición de mujeres, acentúa y refuerza la explotación a la que se ven sometidas a diario. Sobre todas estas cuestiones tuvimos una larga conversación para Octubre.
Aquí son fechas aún de exámenes extraordinarios, ya que el confinamiento ha alargado el calendario. En el trasiego (limitado) de estudiantes y docentes nos vemos con las compañeras limpiadoras. Pedimos a una de ellas que nos concediera unos minutos, y se han presentado media docena de trabajadoras de diferentes centros educativos, con lo que, en lugar de una entrevista al uso, nos encontramos con una sesión, mucho más interesante, de exploración colectiva, a la manera de los estudios británicos sobre cultura popular. Como ellos, tenemos ocasión de poner en común preocupaciones, anhelos y reivindicaciones: aquello que, al fin y al cabo, dan existencia a la “clase para sí”: la conciencia de compartir intereses laborales y vitales, y de la necesidad de defenderlos. Estas mujeres son así: trabajadoras a la vez que madres, están acostumbradas a contribuir en sus centros, cuando se les llama, a la educación de sus propios hijos y de los hijos de los demás. Al fin y al cabo, son las que limpian sus mesas, recogen sus vómitos, les aconsejan y les riñen si es necesario. Hoy, sin embargo, son ellas las protagonistas, si bien las circunstancias de su trabajo obligan a mantener el anonimato.
Sabiendo que este conflicto viene de largo, nos interesa saber qué es lo que les ha decidido, finalmente, a hacer visible la situación con su protesta. Lo primero que surge, por supuesto, son las condiciones laborales de extremada explotación, que se entretejen con su condición de mujeres en un oficio escasamente valorado para dar lugar a situaciones humillantes que ellas, pese a todo, afrontan con coraje porque saben que tienen razón y les sobra dignidad.
- Es el maltrato que recibes, a nivel económico y como trabajadora: no se valora tu función y, a la hora de percibir tu sueldo, nunca cobras lo mismo, las vacaciones, no cobramos trienios… No solo con FISSA, tampoco con Samyl; y que, con el sueldo que tenemos (unos 800 euros con todas las pagas), nos descuenten 400 euros como hemos perdido ahora con esta empresa, es un dineral. Somos de las plantillas que menos cobramos, creo que junto a las monitoras de comedores y además, cuando tenemos que hacer horas extras, nos las pagan a cuatro euros.
- Si te las pagan -apostilla una compañera.
- Cada nueva empresa viene con una pillería distinta -añade otra-, porque no es lógico que con una empresa ganaras un dinero y ahora viene otra empresa, cobras otro dinero… cuando se supone que tienes las mismas horas y el mismo contrato. - Y las mismas condiciones -apunta una tercera.
- ¿De qué baremo estamos hablando? Porque se supone que todas las empresas cobran de Conselleria [de Educación] por igual. Si suplimos una baja, una empresa sí nos paga esas horas, pero otra empresa te dice que no, y no te manda a nadie. ¡Pero el instituto se tiene que quedar hecho! En los institutos en los que el trabajo de cada una va separado por zonas, la que pertenece a la persona que falta, si no la suplen, se queda sin hacer. Hay directivas [de los centros educativos] que aguantan uno o dos días, pero al tercero ya levantan el teléfono. Bueno, y hay otras directivas que simplemente no hacen nada, pero ahí yo ya me pongo como madre: a mí no me gustaría que mi hija estuviera entrando durante quince días a una clase que está sin limpiar. Esa empresa sí lo está cobrando de Conselleria, pero no ha puesto a ninguna persona y las compañeras no van a hacer ese trabajo, porque ya llevan sobrecarga.
- Claro, porque ¿me dejo yo mi zona sin hacer para limpiar aquella? Un día y otro, y otro…
- Luego vienen y te dicen: “Venga, hacedla y se os paga las horas”. ¿A cuánto, a dos euros? ¡Ven tú y hazlas! O ni se molestan en pagarlas. Y luego nos ponen una empresa que es un “puente”, porque está con un contrato “de emergencia”, con un 8% más que le paga Conselleria, y ahora para irse nos quita cuatro días de vacaciones que «hemos disfrutado».
- Que no las hemos disfrutado, porque estábamos de confinamiento.
- Cada una de nosotras ha llamado a la empresa, y a una le han dicho que le quitaban tres días, a otra cinco, a aquella cuatro… Nos han descontado diferentes cantidades, por el sencillo motivo de que así no se puede poner una denuncia colectiva. Tenemos que poner cada una la nuestra. ¿Tú crees que yo, por unos cien euros, voy a poner una denuncia? ¿Cuánto me cuesta el abogado? Así que juegan con cantidades pequeñas, pero de 125 mujeres, a una media de cien euros, resulta mucho dinero. Se van, y encima robándonos a nosotras.
- La verdad es que las dos últimas empresas que hemos tenido, tanto Samyl como FISSA, han tenido una gestión de vergüenza.
- En casi ocho años, yo no había visto tantos problemas con los encargados, tantas estupideces y tanto venir a marearnos, ratoneando en los productos de limpieza, cada producto peor.
- Este año no han cubierto las bajas. Si nosotras fuéramos como tendríamos que ser, hubiéramos dejado partes del instituto sin hacer, pero eso nos genera problemas con la directiva. Porque el problema nuestro es que tenemos dos jefes: el que nos paga y el que nos manda. El que me paga no se entera de los problemas del día a día; y el que me manda es la Dirección del instituto. Luego, el que te paga viene y te dice: «Es que a quien tú tienes que hacer caso es a mí». Ya, pero es que, cuando se me presenta un problema, mi director quiere que se lo resuelva ya, no que levante el teléfono y que dentro de una semana, cuando tú puedas venir, entonces lo resolvemos.
- Nosotras en ese aspecto tenemos muchos jefes, porque mira, el jefe es: el director, el secretario, el jefe de estudios, nuestro jefe de empresa, nuestro coordinador… Tú te ves por encima de ti seis o siete personas, pero a la hora de resolver, ¡la única que resuelves eres tú! Nuestros jefes llegan a ser a veces los conserjes, controlando las horas de entrada, de salida… ¡Eso es muy fuerte! Tú llegas a hacer muchas veces trabajos que no son tuyos.
- Por el bienestar general, porque tú quieres tener tu jornada laboral tranquila. No quieres problemas por quitar un vómito que lleva desde las ocho de la mañana y que cualquiera podía haber retirado; pero tampoco te lo - Si yo tengo ahora una discusión con mi directora, es ella la que decide qué va a pasar, no el que me ha contratado, así que tienes que llevar mucho cuidado, aunque hasta ahora no hemos tenido problema con las directivas que hemos tenido.
- Son nuestro respaldo si viene una mala empresa.
- Sí, pero eso en mi instituto también nos lo hemos ganado a pulso, haciendo cosas que no tenemos por qué hacer, como el trabajo de cualquier compañera si falta un día, y con eso salimos perjudicadas.
- Porque nos sabe mal dejar esa parte sin hacer, no lo hemos hecho nunca, y la hacemos entre todas.
- Pero porque entre todas podéis, pero yo no puedo, yo tengo muchísimo trabajo y no me da tiempo a hacer la zona de mi compañera [tienen las zonas del centro asignadas individualmente]. Y me sabe mal porque quiero ayudarle, pero no la estoy ayudando a ella, sino a la empresa. ¡Es imposible poder ayudar a mi compañera!
- Es que favoreces a la empresa.
- Entonces, a final de cuentas, ¿quién acaba siempre perdiendo? Perdemos el dinero, perdemos los días de vacaciones, perdemos, perdemos, y cuando va pasando una empresa, y otra, y otra, dices: «Es el mismo perro con distinto collar». Y este viene peor todavía, mordiendo desde principio de curso.
- Y luego está la forma en que te hablan cuando llamas por teléfono, como si fueras un papel en el suelo. ¡Un poco de respeto, que somos personas!
- Cuando pedimos una reunión con FISSA al ver que nos habían bajado la cotización, nos estaban esperando metralleta en mano.
- Fue una encerrona -remarca una compañera.
- Y llegaron a decirnos que quien se había equivocado era ¡la Seguridad Social! Todo el mundo miente, menos ellos: la Seguridad Social, Samyl cuando les pasó la información, las direcciones de los centros… Y cuando vieron que era verdad que ellos debían tiempo a los institutos, ya aflojaron. Pero ese caballero nos dijo que éramos tontas: «Ustedes, ¿a qué vienen aquí? Ustedes son tontas».
- Yo les dije: «A vosotros siempre os pasa lo mismo; que, como somos las limpiadoras, nosotras somos las tontas». A todo esto, se puso a levantarnos la voz, hasta que en un momento dado le dijimos: «Nosotras somos limpiadoras, pero tenemos un respeto y una educación».
Les preguntamos por el convenio de su sector, intuyendo por dónde van a ir las respuestas:
- El convenio que tenemos es una castaña pilonga.
- Está caducado, terminó el 31 de diciembre de 2019. Y ahora, con la capa del COVID-19, se están tapando.
- De todas formas, también lo aplican cuando les interesa. Por ejemplo, el convenio dice que tienes que cobrar los trienios el mes que los generas, y se lo saltan.
- El tiempo que llevas en un instituto, se supone que también te da preferencia antes de meter a otra persona. Y en el salario, un 0,75% nos subieron el año pasado.
Y, como no podía ser de otra forma, sale a relucir la pandemia, en la que este sector ha formado parte de las fuerzas de choque de la clase obrera:
- En la puerta de la empresa [durante la concentración de protesta], nos repartieron el calzado que nos tendrían que haber dado durante el curso. Pero este señor, que va con su contrato “de emergencia”, cobrando un 8% más, tampoco nos ha hecho el reconocimiento médico, y los EPI que nos dieron son guantes caducados, que eso es de vergüenza. Y luego nos repartió ¡un par! de guantes de nitrilo por cada trabajadora, una mascarilla de tela y cinco toallitas para limpiarnos las manos. ¡Cinco!
- Y eso es lo que nos dan a las trabajadoras cuando, sin haber pasado aún a la segunda fase, el 23 de abril, nos incorporaron a trabajar. ¡Sin ninguna medida de protección! En algunos casos, nuestro único material de protección ha sido el que nos han dado los centros [educativos]. Nos incorporamos cuando aún no nos tocaba, ¡y aún nos descuentan días de “vacaciones”!
- ¿Qué excusa nos pusieron? Te decían que, como el instituto llevaba cerrado más de un mes, aquí no había COVID. Ya, pero yo tengo que salir a la calle, y además, ¿tú qué sabes? ¿Tú has estado viniendo, tú sabes si aquí entra gente?
- A las de mi equipo nos dijeron que cada una nos pusiéramos en una zona, que nos separáramos: esa fue la única medida de protección.
- Nuestro material de desinfección han sido seis garrafas de lejía.
- Y luego, nos llamaron para empezar a trabajar en días diferentes, con lo cual se supone que habremos generado también un número distinto de días de vacaciones, ¿no? ¿Ves como no cuadran las cosas? ¡Que son cien euros, por dios, que tú los has cobrado ya de la Conselleria! ¡Si lo primero que dijo este tío fue que nos iba a hacer un ERTE! Y porque la Conselleria le dijo “Eh, para el carro, que tú ya has cobrado. ¿Qué quieres, que encima les pague yo también a las mujeres?”.
Lo laboral se entrelaza con lo político y sale a relucir el papel de una Administración (no solo la educativa) que tolera semejantes abusos. Las trabajadoras no dan crédito a la permisividad de unas instituciones que también ellas sostienen con su trabajo.
- Pero lo más gordo de todo es que a un señor que debe dinero, que tiene juicios pendientes, Conselleria le permita optar a quedarse con una contrata. Al compañero que venía a limpiar los cristales a mi centro le debían ¡2.800 euros! Y, encima, ¡el tío lleva dos empresas con contratas! Y seguía buscando institutos para optar a concurso. ¿Cómo consiente eso la Conselleria? De alguna manera tiene que parar a esta gente sinvergüenza que viene, recoge la pasta y se va. Ahora, llega FISSA y después de asegurar que iba a quedar todo liquidado antes de irse, resulta que es la que ha dejado más deuda que ninguno.
- En ningún momento se nos ha explicado claramente por qué no nos pertenecían subidas salariales, ¡con un sueldo base de 532 euros que tenemos! Por eso decimos que el nuestro es un trabajo que está muy mal remunerado, muy mal visto, y encima con la falta de respeto de los empresarios.
- Nunca han cumplido los plazos de pago [de los salarios]: siempre han ido al límite de lo que marca la ley. Pero vamos a ver, ¡si tú ya has cobrado [de Conselleria]! Entonces, ¿por qué juegas con nuestro dinero?
- Con ellos, si el día de cobro era el 7, han llegado a pagar el 11 y el 15.
- Y hay mujeres que han ido haciendo una bolsa de horas a lo largo del año, para cobrarlas en julio y agosto (muchas son fijas y otras eventuales hasta septiembre), pero ahora esta empresa se ha ido y les dice que se las pagará «en su momento». ¿Me vas a decir que me pagarás, cuando has dejado vacaciones sin pagar? Ahora le quieren pasar el muerto a la nueva empresa. A mí esto no me afecta, pero si miro por el colectivo de las mujeres de la limpieza, nos puede llegar a afectar en algún momento.
- Más aún, resulta que estas mujeres han estado haciendo entre una y dos horas al día , sin cotizar, para cobrarlas ahora, ¡y se han quedado sin nada! Ni siquiera van a poder cobrar el paro, y tampoco saben ahora si en septiembre seguirán trabajando. ¿Y todo eso lo permite Conselleria? Entonces, ¿qué pasa? Que cada empresa que viene es más sinvergüenza y se aprovecha más de nosotras. Y encima con el pie puesto en el cuello de «si no te interesa, yo tengo una lista [de trabajadoras] así». ¿Qué hacen esas mujeres? Pues si necesito el sueldo, tengo que trabajar; de acuerdo, no me cotices esas horas, y en el verano tendré un sueldo con el que cubrir las necesidades básicas. Pero en septiembre, como he tragado, me vas a hacer el contrato. ¡Y ahora, a lo mejor, la mitad se van a la calle! Porque lo primero que ha hecho este señor es no respetar las antigüedades de nadie, hacen y deshacen como les da la gana. Tú, al final, ¿cómo te sientes? Peor que el trapo que pasas por encima de la mesa.
- Ahora, con la nueva empresa, nos han traído los contratos, y resulta que compañeras que trabajamos las mismas horas tenemos tiempos diferentes en el contrato. Se trata de minutos, pero a la larga es dinero.
- Más cuarenta minutos ¡diarios! que se han estado quedando de nuestro dinero, o mejor de mi instituto, porque no los están cubriendo respecto a lo contratado.
- Son cosas que vienen de atrás. El de FISSA nos prometió que, «si se quedaba», nos distribuiría ese tiempo a las compañeras de mi centro –remarca, indignada, una de las trabajadoras.
- ¡Y este es vicepresidente de la patronal de la limpieza en Alicante!
Y no es que hayan dejado de levantar su voz hacia la Administración. No solo a través del sindicato y del Comité de empresa:
- Una compañera ha llamado varias veces, y la persona que le cogió el teléfono le dijo que eso no era verdad, que era imposible, que FISSA era una empresa con un renombre… Le tuvo que recordar que esa misma empresa había entrado a la UMH [Universidad Miguel Hernández] y se cargó a todo el personal. ¡Las tiró a todas a la calle! Total, que le dijeron que lo que tenía que hacer era poner una denuncia, pero volvemos a lo mismo: ¿quién denuncia por 30 o 40 euros? Y, encima, ahora Conselleria ya no tiene, aquí en Alicante, a nadie a quien presentarle una queja.
- Pero es que este tío [se refieren al apoderado de la empresa] estaba por encima del bien y del mal. ¿Qué nos dijo a nosotras en la cara?
- Que él se iba a quedar -apunta otra compañera.
- «Es que yo me voy a quedar, porque con el favor que le hecho a la Conselleria…». ¿Y con quién lo pagas? ¿Con las trabajadoras? ¡Pues vete a quien te haya prometido el oro y el moro, y métele caña! Que, de hecho, ellos han sido, junto a Samyl, quienes han estado presionando sin parar para que la nueva empresa no se hiciera con la contrata.
Les preguntamos si han contemplado la posibilidad de que una empresa pública llevara la limpieza de los centros, y surge una cuestión nueva: el elevado absentismo laboral de estas mujeres.
- Antes, la Conselleria tenía sus propias mujeres, pero fueron jubilándolas.
- A nosotras nos vendría mejor, porque directamente Conselleria seguro que nos pagaría más: no habría intermediarios. Esa empresa [la contrata] se llevará un tanto por cien de cada una de nosotras. Ese tanto por cien sería directamente mío, y tendríamos nuestro calendario de vacaciones y lo tendríamos todo.
- Y ahí tendríamos la posibilidad de ascender, cosa que aquí voy a ser siempre la misma limpiadora. Eso, para nosotras, sería lo mejor. Y lo que hay ahora siempre le saldrá más caro a Conselleria.
- Si yo vengo a trabajar las mismas horas por 100 o 150 euros más, vengo más contenta y trabajo con más alegría y hago las cosas mejor. Y no habría, a lo mejor, tanto absentismo laboral. Porque una de las cosas de las que se quejan todas las empresas es que somos una de las plantillas con más absentismo laboral.
- Pienso que, cuando más follón da la empresa, más te machaca, más receptiva estás a darte de baja por cualquier cosa, menos ganas tienes de venir a trabajar.
- Con una de las encargadas que puso Samyl, llegó a haber hasta cuarenta bajas.
- Ponía amigas en los centros para controlarte, te controlaba en la puerta, era muy prepotente…
- Ese trato era porque la empresa le dio alas, pero aparte era la persona.
- Porque somos el gremio de la limpieza, yo lo tengo claro. Mujeres, trabajadoras, incultas…
- No te tratan de persona a persona, sino como que ellos son superiores a ti. Y, como tú eres el escalón más bajo, puedo hablarte y puedo tratarte como a mí me dé la gana.
Inevitablemente, la conversación aborda la cuestión del sindicalismo. Salen los problemas de los servicios jurídicos sindicales, tan necesarios como desbordados, pero muy costosos sobre todo para sectores como este, con salarios míseros. En cuanto a los comités de empresa, para estas trabajadoras sindicadas no deberían mantener ningún tipo de confraternización con la dirección. Aquí afloran el instinto y el antagonismo de clase:
- ¡Me cago en la leche! -se indigna-, ¡pero que nos están maltratando física, psíquica y verbalmente!
Hablamos sobre el compromiso, la necesidad de implicarse en el trabajo sindical y las diferentes visiones sobre él. Pero, a la hora de plantear respuestas para revertir la situación, reforzar el sindicalismo y dar confianza a las trabajadoras, todas están de acuerdo en cuál debe ser la primera de ellas:
- Transparencia.
Para estas mujeres, el sindicalismo debe ser combativo, participativo y plenamente transparente, de modo que las trabajadoras puedan sentirse valoradas y protegidas, y decidir sobre todo aquello que tenga que ver con lo que, al fin y al cabo, es el fruto de su esfuerzo. Demandan asambleas para ser informadas y tomar decisiones; e, indirectamente, apuntan a una de las preocupaciones que discute el sindicalismo de clase hoy, como es el carácter de los comités y delegados sindicales. En relación con esto, denuncian que la empresa ni siquiera ha cubierto las horas sindicales, sobrecargando así a las trabajadoras y generando, con ello, fricciones entre compañeras.
- Yo respeto los cauces del comité y el sindicato, pero a mí, que me gusta saber el porqué de las cosas, me gustaría saber a quién puedo dirigirme en el sindicato cuando mi comité no sabe darme una respuesta. Y si todas las semanas tienen reuniones, queremos saber qué se ha hablado. No es algo contra el comité, es simplemente que son las que me están representando.
- A mí no me cuadra que en una manifestación de Sanidad se pueda conseguir muchas cosas, y ¿por qué nosotras no lo conseguimos? ¿Dónde está el fallo? ¿Qué es lo que no se hace para que a nosotras no nos llegue el beneficio que realmente nos pertenece por convenio?
- Yo quiero la reunión antes de que se firmen las cosas, y que se debata y se vote. ¿Que tienen que votar sólo las afiliadas? Pues que voten sólo las afiliadas [sesenta de las 125 trabajadoras lo están], o que vote toda la plantilla, pero antes de ir a la mesa negociadora.
- Decir: «Señoras, vamos a hacer una reunión y vamos a proponer, que cada una diga…». Veo que los empresarios también nos chotean mucho por esa razón. ¿Por qué tengo que perder yo, por ejemplo, mis trienios?
- Yo creo que, si desde un principio, se coge al personal y se convoca a la plantilla entera para hablar de las vacaciones, de nuestros sueldos, de las subidas, de las mesas negociadoras… A lo mejor las 125 no vamos, pero cien sí que vamos, y de esas cien ya se va corriendo la voz. Pero le dices a la gente: «Vamos a hablar de esto, de esto…», con transparencia, «señoras, no se va a hacer esto si no se vota»… La gente acude y se afilia.
* Cuando no se especifique, las imágenes corresponden a la huelga de limpiadoras de institutos de 2019.