Iván de la Casa, trabajador de Correos

Los pasados días 1, 2 y 3 de Junio, la plantilla de Correos ha estado en Huelga, convocada por los dos principales sindicatos del sector, CCOO y UGT. En la manifestación que recorrió las calles de Madrid el 1 de Junio, miles de trabajadores y trabajadoras de Correos denunciaron el desmantelamiento del servicio público, la fragmentación de la empresa (antesala de la privatización), la precarización del empleo y las condiciones de trabajo.

Más de dos décadas de neoliberalismo

Para comprender la situación actual en Correos y, más en general, en el ámbito de la mensajería y la paquetería, habría que remontarse en el tiempo más de dos décadas atrás. A finales de los años noventa, la Comunidad Europea inició la liberalización del sector postal, que habría de aplicarse en todos los países miembros. Esta reconversión significaba, entre otras cosas, que el servicio postal ya no estaría a cargo de Ministerio alguno, sino de sociedades anónimas creadas expresamente para ello (en España, la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos S.A., de capital 100% público), la desfuncionarización del trabajo, la creación de empresas filiales (Correos Express, Nexea, etc., liquidación de Caja Postal primero a través de Argentaria y luego en el BBVA) y la aparición de empresas privadas que abriesen el "nicho de mercado" en el sector de las comunicaciones.

Todo ello ocurre a la vez que se inicia la privatización de otros servicios públicos (es de rigor el hacer especial mención a la ley 15/1997, que significó el pistoletazo de salida para la paulatina privatización de la sanidad pública).

Con el paso de los años, diferentes compañías privadas van haciéndose hueco en el sector ya liberalizado. Seur, DHL, Unipost, entre otras muchas, van adquiriendo peso en un servicio que ya no se entiende como público, proliferando el empleo basura (jornadas de trabajo "flexibilizadas", salarios de supervivencia, en muchos casos como falsos autónomos) que se suma a la tormenta perfecta de la crisis del capitalismo global de 2008 y cuyas consecuencias aún sufrimos en muchos ámbitos. También en Correos se produjo una importante degradación de la calidad del servicio y un deterioro de las condiciones de trabajo.

El desguace de Correos.

Y así llegamos al año 2018, con la moción de censura a Mariano Rajoy y las promesas de buena voluntad por parte de Juan Manuel Serrano, nuevo presidente de Correos, proveniente de la órbita del PSOE. Pero esas promesas no tardan en romperse.

En primer lugar, son expulsados de la directiva de la empresa miembros históricos de Correos, en favor de un nuevo equipo directivo, que nada conoce del sector postal y que, en varios casos, fueron parte activa en la privatización de otras empresas públicas como Telefónica o Renfe.

Añadidamente, la pandemia de Covid primero, y el temporal Filomena después, marcan un hito en Correos, con un brutal desplome de la actividad de la empresa, llegando en 2022 a una situación que se puede calificar de quiebra técnica (pérdidas de 500 millones de euros en tres años, 1.000 millones en créditos a la banca). El saldo de ello es la pérdida de 7.000 puestos de empleo, por la vía de la no contratación y no sustitución de una plantilla muy envejecida, y que aproximadamente un 20% de las y los trabajadores tengan contrato a media jornada de forma no deseada. En muchos casos, un tercio de los puestos de reparto están sin cubrir, un porcentaje que es aún mayor en las zonas rurales y poco pobladas.

Todo ello a la vez que se abandona la centralidad del servicio público y se desvía a las empresas filiales, e incluso a la competencia, parte del trabajo que históricamente desempeñaban las y los carteros; aquella parte, obviamente, que ofrece mayor beneficio.

¿El futuro de Correos?

Aunque la empresa lo niega, el futuro de Correos es muy preocupante. Bajo una cuenta de resultados que pone en serias dudas la continuidad del servicio, se amenaza a la plantilla con la precarización del empleo, con unas condiciones de trabajo cada vez menos asumibles, incluso con un posible ERE. Hablamos de un modelo en el que, como vemos en otros servicios públicos, la calidad se deteriora progresivamente en favor de la externalización y la llamada "colaboración público-privada", estrechando más y más el espacio para lo público y ensanchando el terreno para la privatización.

Estos tres días de Huelga en Correos significan, deben significar, el poner pie en pared: en defensa de lo público, en defensa del empleo de calidad.