Imprimir 

Álvaro Heredia

La recesión económica, cónyuge inevitable del modelo de producción capitalista, se cierne violentamente sobre la clase trabajadora. La historia demuestra que, para salvarse a sí mismo, el capitalismo recurrirá a la destrucción de fuerzas productivas, al empobrecimiento de las clases populares y al pisoteo sistemático de derechos humanos.

Los agentes reaccionarios y explotadores de toda calaña, no contentos con cambiar de discurso a cada decisión del gobierno de Sánchez, se agolpan a las puertas de los medios de propaganda burguesa para extender entre el proletariado su conciencia transversal y capitalista. No solo obvian que la crisis humanitaria actual es consecuencia directa del capitalismo, sino que cubren de flores a quienes la provocan: asistimos a días en que empresarios que donan mascarillas dejan de ser juzgados por despedir a trabajadores. Semejantes voceros de la burguesía nunca renegaron de este alegato, mas es ahora cuando acentúan el lavado de imagen de explotadores y sinvergüenzas de toda índole: no trasladan las penurias del personal sanitario, sino que acentúan que el carácter de «bienhechor» del borbón o la filantropía de usureros son quienes salvan enfermos.

Este discurso, peligrosísimo para los intereses de la clase trabajadora, lo comanda la idea reaccionaria de que, si explotados y explotadores cooperan, todos superaremos esta crisis.

¿Cuál es el papel del militante de la JCE (m-l) ante los intentos de la burguesía por implantar el sermón interclasista? Desmentir tales embustes; ¿cómo? Camaradas, nos encontramos ante un momento importante: la propaganda burguesa aumenta y ello no es casualidad. Muchos sectores de las clases populares están abriendo los ojos ante problemas universales, como la sanidad pública o el drama del desempleo. Abren los ojos ante una perspectiva económica desastrosa para la clase trabajadora, ante sus derechos teóricos que la burguesía desprecia. Abren los ojos ansiosos por encontrar una fuerza que los represente y comprueban desalentados que no la hallarán en el Congreso ni en el Senado. Ahí, Joven Guardia, hemos de estar nosotros; ahí se libra la batalla por que las inquietudes políticas recién despertadas no caigan en saco roto, por que la clase obrera vea encarnadas sus inquietudes y luchas en un Partido cuya máxima no consista en modas posmodernas, ni fascistas a pecho descubierto. ¿Qué mayor arma política que la verdad? ¿Qué mayor arma ideológica que representar a nuestra clase?

Larrea350Ahora bien, si en lugar de extender la conciencia de clase entre nuestros conocidos, nos dedicamos a ignorarlos, estaremos traicionando su espíritu revolucionario. Si, en vez de dialogar con quienes despiertan políticamente, nos quedamos callados, quedarán desamparados de un proyecto político. Insistimos en que el contexto es apremiante y una actitud pasiva resulta intolerable e indigna de un comunista. Cada vez que ignoramos nuestra labor política, dejamos de estar frente a los ojos recién abiertos; cuando carecemos de disciplina militante, el liberalismo impregna nuestras filas para volverlas torpes y contrarrevolucionarias. ¿Quién estará frente a los ojos del joven trabajador que vaga de contrato en contrato? ¿Quién ante la familia que no llegará a fin de mes? Sí, abrirán los ojos, pero no estaremos nosotros delante y ese desliz lo aprovecharán oportunistas y sabandijas fascistas para engañar vilmente al pueblo. Joven camarada, ¿cumples con tu labor política? ¿Te comportas como un comunista? No somos tantos como querríamos ni disponemos de los medios que nos gustarían, pero un militante comprometido es incalculablemente valioso; un camarada indisciplinado solo cede terreno al explotador.

Demostremos a nuestra clase que la representamos; seamos tan disciplinados y tengamos tanto arrojo como sea necesario. Discutamos con las masas, oigamos sus problemas, aprendamos de sus turbaciones, dejemos que enriquezcan la labor del Partido. La reacción cierra filas y acecha peligrosamente al proletariado; defendámoslo, ayudémoslo a ser consciente de que una sanidad pública, una educación gratuita y sus derechos laborales implican pasar por encima de este sistema abyecto.