JCE (m-l) de Salamanca

Con frecuencia, a lo largo del camino militante, nos asaltan dudas de carácter múltiple. Naturalmente, las resolvemos a través de la militancia individual y colectiva, mediante preguntas, debates y conclusiones que nos acerquen a la solución revolucionaria, correcta.

No obstante, los camaradas de Salamanca llamamos la atención sobre otro tipo de interrogantes: se trata de aquellos ligados a la práctica. Puede sonar extraño, ¿verdad? Una duda práctica no es tan sencilla de resolver por cauces aislados ni mecanismos estáticos: las soluciones supuestamente sencillas a problemas complejos jamás constituirán un comportamiento marxista-leninista. Es de recibo que a nadie le “chirríe” la afirmación anterior.
Ahora bien, ¿son todos los procesos e incomprensiones tan complejos? ¿acaso cualquier duda requiere una meditación de dos asambleas y una mañana ociosa? Nos preguntamos si, por ejemplo, establecer los parámetros de un reparto resulta tan complicado como para lastrar el desarrollo de una célula durante semanas. En definitiva, reflexionemos sobre los elementos que tendremos en cuenta para dicha tarea:

-Una fecha y un lugar estudiados cuidadosamente para coincidir con las condiciones objetivas más idóneas (mayor alcance de nuestra agitprop).
-Diseño e impresión de octavillas.


En teoría, los puntos anteriores no esconden ninguna complicación. Probablemente, además, constituyan los interrogantes fundamentales de esta acción concreta. Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: “hacemos un reparto… ¿y qué?”. Es decir, ¿nos planteamos los objetivos de nuestra actividad? ¿Qué aportan en realidad a la lucha ideológica o la unidad popular iniciativas como esta? Seamos sinceros, camaradas: ¿cuántas veces hemos llevado a cabo una acción mecánicamente y sin otro objetivo que el de “hacer algo”? Esta tendencia, lógica en parte, dada nuestra condición de jóvenes comunistas, hemos de extirparla inmediatamente: la nuestra no constituye una organización cuyo fin en sí mismo es un reparto o una charla. Muy al contrario, pues cuando la táctica no nos empuja a la estrategia corremos el riesgo de convertirnos en un club de amigos que se juntan por afinidad. Quien apueste por eso causa un daño grave a nuestro Partido y lo aísla aún más de la clase trabajadora.
Entonces, debemos examinar cuál es la postura marxista-leninista ante todo esto y, oportunamente, reparamos en que los objetivos finales, pese a encontrarse aún lejos, pueden acercarse, por poco que sea, gracias a nuestras acciones prácticas. No en vano, cuanto más audaz y pertinente, más acerca la praxis la liberación del género humano. Este, que parece un propósito quijotesco, no se nos olvide, camaradas, representa precisamente el sentido de nuestra lucha, de las pegadas, las charlas y militancia en frentes de masas. Así, nos preguntamos de nuevo, ¿para qué realizamos un reparto?
Para alcanzar conclusiones prácticas, trazamos un análisis práctico, del que emanan preguntas prácticas: nuestras octavillas, por ejemplo, aspiran a poner a los jóvenes universitarios de Salamanca en contacto con la política del Partido y del Colectivo Republicano. ¿Cómo? Mediante un reparto cuya temática se encuentre enraizada en los problemas del estudiante de extracción obrera y popular. ¿Por qué? Porque la desmovilización repercute en la derechización sociológica de la universidad. Este constituye, a modo ultraesquemático, el primer paso, teórico, siempre guiado por la práctica y viceversa.
Comienza el segundo: ¿quién diseña las octavillas? ¿Estamos de acuerdo en la temática que describen? ¿Quién las imprime y a qué hora? ¿Quién lo hizo la última vez? ¿Sabemos explicar al trabajador de la copistería qué formato buscamos? ¿Si las imprimimos media hora antes, nos dará tiempo a llegar? Podemos atender a 20 preguntas más, todas extremadamente prácticas, de carácter orgánico-logístico. Se antoja importantísimo darles respuesta, rotando responsabilidades, aprendiendo de cada proceso implicado en la acción que nos ocupa: distribuimos responsabilidades, lo cual sucederá de forma más ágil y automática una vez la práctica nos haya aportado el bagaje oportuno; esto es, los errores y aciertos que proporcionen soluciones revolucionarias, adecuadas.
Alcanzamos el tercer paso: ¿repartimos solamente o iniciamos una pequeña charla con quien parezca atento? ¿Nos estamos mostrando demasiado fríos? ¿En qué nos basamos para seleccionar el receptor de la octavilla? ¿Hemos atendido como debemos a la chica que ha demostrado interés? Al chico de la camiseta gris le ha encantado nuestra conversación, ¿le hemos pedido el contacto? A partir de la respuesta a estas preguntas (y a muchísimas otras), solo posible en el curso de la práctica y su análisis, llegamos a las conclusiones correctas, que nos permiten formular interrogantes nuevos, que propician el avance organizativo y proporcionan una formación teórica y práctica inmensa a los camaradas y compañeros del Colectivo Republicano de Salamanca. No es casualidad que dudas que nos asolaban en los primeros momentos, un mes después las atajamos decididamente, como si apenas supusiera un contratiempo.
El abandono o perfeccionamiento de iniciativas erróneas e ineficaces nos conduce audazmente a propósitos novedosos y que repercuten positivamente tanto en la vida de nuestro Colectivo, como en la lucha política de la ciudad. No es por capricho que los compañeros avancen a pasos agigantados y demuestren a menudo lecturas prácticas auténticamente revolucionarias. Esto no solo mantiene vivo al Colectivo, sino que lo ha transformado en un valor al alza en cuanto a la lucha y la acción revolucionarias. En él caben formaciones teóricas abiertas y cerradas, reuniones orgánicas productivas, ocio y práctica, mucha práctica. El flujo de trabajo necesita de compañeros nuevos y, como nuestra praxis corrobora la teoría, manos nuevas llegan y se contagian del espíritu revolucionario. ¿Quién nos guía? Nuestro plan de trabajo y su puesta en práctica. No perdamos el tiempo en banalidades, empleémoslo en perfeccionar nuestra táctica.