Santiago Baranga

«Las principales apuestas del partido se han ratificado: (...) la necesidad de construir un Frente Obrero que impulse decididamente el patriotismo revolucionario». V Congreso del PML(RC), 7/10/2021.

El pasado 14 de abril, en Madrid, a partir de la iniciativa de grupos de jóvenes antifascistas, fueron expulsados de la manifestación republicana los militantes de “Juventud Combativa”. Se consumaba, así, la ruptura definitiva del movimiento comunista y republicano con el P”ML”(RC) y sus diferentes estructuras, tras años de soportar provocaciones, bravuconadas y agresiones de todo tipo. Y esto sucedía, significativamente, al grito de «Fuera fascistas de nuestros barrios».

La conexión de hechos y palabras no tenía nada de casual. Y es que ya hace tiempo que ha quedado revelada la auténtica naturaleza de una organización que, catalogada usualmente como “rojiparda”, hoy se vincula, cada vez más abiertamente, al campo del fascismo. Lo verbalizó sin ambages el conocido fascista José Luis Roberto y, desde entonces, los militantes de las diferentes marcas del P”ML”, y aún más sus dirigentes, han venido esforzándose por darle la razón, algo que habrá sorprendido a pocos.

El P”ML”(RC) surgió en 2016, como refundación de Reconstrucción Comunista. Ganó notoriedad por la incorporación de dos militantes​ a las milicias kurdas en la guerra contra el Estado Islámico, por su ilegalización temporal y por sus escraches a dirigentes de la izquierda institucional. En este sentido, el auge de Podemos y demás corrientes “ciudadanistas” le permitió explotar propagandísticamente la crítica visceral al posmodernismo, lo que, junto a su “combatividad”, lo convertían en una opción atractiva para algunos jóvenes insatisfechos con las organizaciones reformistas y que buscaban afanosamente, en las redes sociales, el vínculo al pasado de lucha proletaria que no encontraban en sus barrios y empleos precarios.

Paralelamente, este partido había ido desarrollando una obsesión patológica por ocupar el espacio ideológico y político del PCE (m-l). No en vano, en su web dicen nutrirse de experiencias como «la resistencia antifranquista –destacando en esta el PCE(m-l) hasta finales de la década de los 70, y el FRAP» (¿Por qué el PML(RC)?), hasta el punto de pretender ser los «auténticos herederos» del Partido: para “demostrarlo”, se dedicaban a reproducir nuestras publicaciones históricas, intentaban ganarse a antiguos militantes a la causa de la “recuperación” de nuestra memoria histórica e incluso pretendían apropiarse, sin el menor pudor (más bien al contrario), de los homenajes a los últimos fusilados por el franquismo, militantes del FRAP y ETA.

No obstante, con la perspectiva del tiempo, tales prácticas adquieren su particular racionalidad. De hecho, ya entonces resultaba obvio que lo que esta gente pretendía era, además de “dejar libre” el espacio ideológico que decía representar, hacerse con la legitimidad y el “pedigrí” revolucionario de los que carecía para atraerse a ciertos sectores de la clase obrera descontentos con la deriva del revisionismo. El mismo objetivo perseguía su vinculación parasitaria a diferentes causas de la izquierda (memoria histórica, Sáhara Occidental…), en las que, sin embargo, rápidamente quedaba en evidencia por lo sectario y estrafalario de su comportamiento.

Una vez reivindicado ese “territorio”, tampoco carecían de lógica su activismo, el ágil manejo de la propaganda, el fomento del espíritu gregario de la adolescencia e incluso su combatividad contra todo lo que tildaban de «revisionista» para ganar militantes. Pero lo que siempre resultó “raro” e irracional fue su afán obsesivo por intentar sustituir o incluso destruir a las organizaciones existentes en la izquierda, agrediendo a militantes, y en particular a comunistas, ya desde los tiempos de RC. Un matonismo, luego trasladado a las redes sociales, que iba (va) acompañado, a lo sumo, de algunas soflamas tan altisonantes como vacías para cualquiera con una mínima formación militante. Porque si algo ha caracterizado siempre al P”ML”, por mucho que presuma de su “formación” (realmente, la insoportable cháchara de sus líderes), ha sido su pobreza intelectual y simpleza analítica; lo cual podría explicar, siendo benignos, su comportamiento gangsteril: si no lo fuéramos, podríamos simplemente pensar que siempre han sido unos fascistas.

Esta indigencia ideológica, lógicamente, les impide realizar análisis de la realidad mínimamente científicos; de hecho, solo se puede explicar la saña contra las organizaciones comunistas en el contexto actual desde la más absoluta falta de herramientas para el análisis de la realidad. Cierto, en el movimiento comunista se han dado enfrentamientos entre corrientes y organizaciones; pero fue en contextos de ruptura y de desarrollo de situaciones revolucionarias o propicias para el avance de nuestra clase, o al menos en períodos de crecimiento político. Sin embargo, ¿cuándo coincidieron con algún momento de retroceso organizativo general? ¿Cuándo, con un contexto de desarrollo de la amenaza fascista? La España del Frente Popular, o la Georgia del joven Stalin de preguerra, son contundentes ejemplos en contra de ello. Incluso en la Transición, en medio de la pugna en la izquierda por incidir en el proceso político abierto, las fuentes orales indican que no dejó de haber momentos de colaboración entre el PCE (m-l) y otros partidos, al menos en el nivel local.

Y este es, por cierto, un gran ejemplo de la política de clichés que han seguido RC y luego el P”ML”: a falta de ideas propias, se trataba de reproducir los mitos que, acerca de nuestro partido, fueron diseminando renegados, plumíferos e infiltrados a lo largo de nuestra historia. Por eso, una a una, han ido materializando fielmente en su organización todas las mentiras que encontraban: sectarios, matones, creadores de siglas vacías…

Lo etéreo de su ideología nos lleva a la trágica paradoja en que viven los vaquerianos: luchar «contra el posmodernismo» siendo posmodernos. Véanse, si no, el papel que cumple lo virtual en su actividad (rasgo que los acerca a buena parte de la extrema derecha), su insistencia en las "guerras culturales" (feminismo, LGTB, "globalismo"…), la obsesión por obtener seguidores a cualquier precio, su adanismo, la importancia que conceden a la performance y la puesta en escena... Imposible no acordarse del 15M.

En lo que respecta a la agitación virtual, aún se podía considerar que buscaban arrebatar espacios a los fascistas; pero su particular cruzada contra el posmodernismo acabó mostrando la endeblez de su presunto marxismo: mera fraseología que no podía ocultar el fondo reaccionario de su actividad política, y que ha ido facilitando la convergencia con personajes y espacios de la extrema derecha, con los que compartían obsesiones y vocabulario. No solo eso: las constantes loas a la juventud y a la acción, junto a la relevancia dada al «honor», recuerdan demasiado a las fórmulas empleadas por los fascismos de entreguerras. De un cascarón tan vacío no podía salir otra cosa que un hongo, por supuesto venenoso.

Como era de esperar, la estrella de tal engendro no podía ser otra que «la patria». Al parecer, en un principio se trataba de adular «el orgullo nacional de la mente de los obreros» para sustraerlos de la influencia de «sus verdugos» (F. Turia, El calado histórico del lema “VIVA ESPAÑA CON HONRA” y del discurso patriótico, 14/4/2020). Pero una cosa es arrebatar la bandera del patriotismo a la burguesía, y otra dedicarse a «impulsar decididamente el patriotismo revolucionario» como apuesta central de un partido comunista bajo el Estado burgués. Y es que, por más vueltas que se le quiera dar, el énfasis en el «patriotismo revolucionario» al que tantos esfuerzos ha dedicado el P”ML” está abocado, en el contexto actual, a ser la idea-fuerza que conecta las diferentes versiones del pensamiento más reaccionario… salvo que alguien crea que estamos en la URSS. En ese sentido, no queda más remedio que estar de acuerdo con el triunfal anuncio que hacen al presentar el número 2 de su revista: «El trabajo de estos últimos meses ha dado sus frutos, y en esta revista se puede ver el salto cualitativo que ha dado el desarrollo teórico de nuestro Partido» (Volumen 2 de la II etapa de De acero en respuesta al trotskismo: inmigración y fronteras abiertas, 8/03/2023). O, como reconoce el aguerrido Vaquero, «Yo ya he cruzado el Rubicón y las estrecheces de las etiquetas del sistema. Yo hago esto por principios, por honor y por mi gente y mi patria» (tuit del 5/4/2023).

Ese «salto cualitativo» es sin duda la primacía, en el discurso del P”ML”, de la nación como “línea de fractura” en lugar de la clase, hasta oscurecer toda diferencia respecto al nacionalsindicalismo. Este tipo de deriva no es nueva: es la que siguieron los sindicalistas revolucionarios de Sorel en la Italia de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo. Pero no hace falta irse tan lejos. La focalización en una “clase obrera nacional” y las mencionadas “guerras culturales” indican que, una vez anulado todo rastro de internacionalismo, se ha acabado abrazando una especie de “gramscismo de derechas” como el del inefable Diego Fusaro: «ideas de izquierdas con valores de derechas». Una convergencia entre socialismo precientífico, nacionalismo y comunitarismo al estilo de Alain de Benoist, principal ideólogo de la Nueva Derecha francesa desde finales de los años sesenta [1].

Y esta Nueva Derecha nos da la pista de cuál es el Rubicón que han cruzado estos pelayos rojos, pues aquella consistió en «una gran ofensiva cultural» que buscaba fijar «la idea de que las diferencias entre poblaciones de origen europeo y poblaciones de origen extraeuropeo son absolutas [2]», por lo que las “razas” serían inasimilables por motivos culturales [3]. Es decir, una nueva versión, más “presentable”, del racismo fascista y neofascista.

En ese mundo, la superación de las «etiquetas» de derecha e izquierda, oposición al «globalismo», reivindicación de la «incorrección política», oposición a la inmigración basándose en el esencialismo cultural y la tesis del «gran reemplazo»… son ideas que circulan, también en nuestro país, en sectores procedentes del MSR y Fuerza Nueva, y con vínculos con la Casa Pound italiana. Y sí, no es nada difícil encontrarlas en las redes sociales del P”ML” y su amado líder, últimamente muy preocupado no tanto por la cuestión de la bajada de los salarios, sino por un fantasmagórico peligro de islamización de España. Así, los problemas laborales y las referencias a una «inmigración ordenada», ya de por sí extrañas, van dejando paso al racismo disfrazado de defensa de la cultura y a la denuncia de la delincuencia (vinculada al origen, cómo no), utilizando falacias propias de la burguesía como el “efecto llamada”. Evidentemente, olvidan de forma conveniente a Engels, quien tras señalar sin piedad la degradación de la inmigración irlandesa en Inglaterra, recordaba que «ha degradado, en parte, a los obreros ingleses, quitado fuerza al civismo, empeorado su condición; pero, por otra parte, ha contribuido a hacer más profundo el abismo entre obreros y burguesía, acelerando así la crisis que sobrevendría[4] Para afirmar tajantemente, a un tiempo, la responsabilidad del imperialismo en la situación de la clase obrera y la necesidad de aunar las fuerzas del proletariado por encima de las diferencias culturales:

«La inmigración inglesa, que hubiera podido elevar el grado de cultura del pueblo irlandés, se ha contentado con la explotación brutal del mismo, y mientras los irlandeses, por su inmigración, han comunicado a la nación inglesa un fermento que dará en el futuro sus frutos, Irlanda tiene poco que agradecer a la inmigración inglesa». [5]

Conscientes de ello, y en un espectacular alarde de cinismo, estos rojipardos juegan a una desvergonzada duplicidad: mientras en sus canales de propaganda (bien engrasados, como ya se ha dicho) prolifera a diario el tipo de mensajes que acabamos de describir, en sus documentos congresuales y en su «revista teórica» encontramos textos de sentido totalmente contrario, que les permiten responder a las críticas con su supuestamente intachable “marxismo”:

«Por último, cabe recalcar el auge y aumento de los partidos de ultraderecha que, aprovechándose de la crisis, realizan demagogia chovinista entre la clase obrera utilizando el pretexto de la inmigración para llegar a más gente. Es necesario tener una posición firme [¿cuál?] con respecto a la inmigración, ya que los fascistas se aprovechan de los complejos y nihilismo de la izquierda». [6]

O esta cita del mismísimo Engels:

«El proletariado, en cambio, lejos de tomar la defensa del desarrollo nacional de cada nación, pone en guardia a las masas contra semejantes ilusiones (…) y celebra cualquier asimilación de naciones excepto la que se lleva a cabo por la fuerza o se basa en privilegios.» (F. Engels, Notas críticas sobre la cuestión nacional, en ibidem, p. 43; las negritas son nuestras).

En definitiva, se puede interpretar el deslizamiento del P”ML” hacia el fascismo en el contexto de la ofensiva de los nacionalismos populistas que, más o menos tendentes hacia la extrema derecha, han proliferado a partir de la caída del bloque soviético y la consiguiente erosión de los análisis basados en la clase social, ya atacados con anterioridad por los planteamientos posmodernos. Estos movimientos se propusieron, desde muy pronto, “nacionalizar” a la clase obrera y en ello siguen, como muestran la aparición de grupúsculos de «izquierda nacional» o la fantochada de Tamames con Vox. En este marco, el P”ML” está conscientemente cumpliendo un papel similar, al introducir entre nuestra clase elementos ideológicos ajenos, de clara raigambre falangista, aunque con envoltorio “rojo”.


[1] S. FORTI (2021). Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla. Madrid: Siglo XXI, p. 209-210. Ç

[2] P.A. TAGUIEFF (1986), cit. en X. CASALS (2003). Ultrapatriotas. Barcelona: Crítica, p. 14. Ç.

[3] X. CASALS (1998). La tentación neofascista en España. Barcelona: Plaza & Janés, p. 110. Ç

[4] F. ENGELS (1980) [1845]. La situación de la clase obrera en Inglaterra. Madrid: Júcar, p. 126-127. Ç

[5] Ibidem (la negrita es nuestra). Ç

[6] Documento Político al V Congreso del PML (RC). De acero, nº 20 (noviembre 2021), p. 32. Ç