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PIERRE VILAR, historiador marxista francés, escogió la historia de España como terreno de investigación, en el que abrió nuevos cauces. Conoció profundamente la historia de nuestro pueblo, que plasmó tanto en numerosas obras como durante sus años de docencia en la Universidad de París I y en la Escuela Práctica de Altos Estudios, formando y preparando generaciones de historiadores e hispanistas. Entre sus obras traducidas al castellano destacan la monumental Cataluña en la España Moderna en tres volúmenes, su Historia de España, síntesis de divulgación en la que expone magistralmente las grandes líneas de nuestra historia, y Crecimiento y desarrollo, entre otras.

El trabajo que publicamos es un texto que Pierre Vilar escribió expresamente para el número 14 de REVOLUCIÓN ESPAÑOLA, aparecido en marzo de 1983, centenario de la muerte de Marx.

El centenario de la muerte de Marx, en 1983, ha desencadenado una epidemia de coloquios y de "encuentros". No digo que todos ellos serán interesantes, ni siquiera de buena fe. ¡Pero tenemos que reconocer que para un hombre y un pensamiento de los que se suele decir, por otra parte, que están "superados", muertos para la ciencia, este involuntario homenaje es bastante sorprendente! De la misma forma que prefiero volver a escuchar el Preludio de Parsifal antes que escuchar a algunos pedantes comentaristas de Wagner (muerto también en 1883), prefiero volver a los grandes textos de Marx, antes que hundirme en una cierta "marxología". Y existen, sobre España, grandes textos de Marx, conocidos, pero no siempre bien utilizados. Expondré aquí, sobre ellos, algunos recuerdos personales y algunos comentarios.

Hace tiempo ya, en un momento dramático de la historia, las Ediciones Sociales Internacionales me pidieron, a través de George Cogniot, que preparase una edición francesa de los artículos de Marx publicados en el New York Daily Tribune en 1854 y 1856, a raíz de los sucesos revolucionarios españoles. Esto ocurría en 1938 y era normal que las lecciones de estos textos fuesen relacionadas con lo que pasaba en ese momento. Desgraciadamente, la publicación se retrasó, porque el texto fué enviado inútilmente a Moscú, ya que la única modificación que se nos pidió, fue corregir los tres o cuatro errores materiales de Marx (sin ninguna importancia), pero sin decido, ya que la fórmula "Aquí Marx se equivoca" se consideraba inconveniente, lo que por supuesto, es pueril.

El retraso hizo para mí bastante melancólica la corrección de las pruebas, pues tuve que poner en pasado algunas alusiones a la lucha heroica de los españoles ya que el 1 de abril de 1939 acabó, como ya se sabe, esta lucha.

El mes de agosto del mismo año fue definitivamente fatal para nuestro proyecto de publicación: se evoca a menudo, hoy día, las vacilaciones de los comunistas (no de todos, felizmente) ante el pacto germano-soviético de no-agresión que, en definitiva, fué de decisiva importancia para la derrota final hitleriana; se olvida decir, en cambio, que la reacción de los gobiernos occidentales ante este Pacto fue rápida e imitó inmediatamente el estilo de Hitler: cuarenta y ocho horas después de la noticia, la policía invadía los locales de las "Ediciones Sociales" y destrozaba todo ¡incluidos los manuscritos y las obras en composición! Del proyecto de publicación en francés de los artículos de Marx sobre la revolución española, no me queda más que unas páginas de pruebas amarillentas. Lo que me llama la atención es que mis observaciones de 19381939, en cuanto a la relación entre los textos de Marx y la actualidad española, no me parecen haber envejecido mucho. Señalaré algunos aspectos.

1. LA EXTRAORDINARIA PERSPICACIA POLÍTICA DE MARX

Después de 1848, en España como en Europa entera, triunfaba la reacción más negra; a las brutalidades del general Narváez sucedían las empresas de corrupción del negociante Sartorius, de la misma forma que en 1935, la corrupción de un Lerroux (el famoso "'estraperlo") sucederá a la represión de Asturias; dada la agitación que se manifestaba entre algunos generales, el poder civil los envió a las Baleares y a las Canarias, de la misma forma que en 1936 se hizo con Goded y Franco (igual que, recientemente, con algunos golpistas); en febrero de 1854 fue rápidamente derrotado en Zaragoza un principio de insurrección militar y una agitación obrera en Barcelona, contra la introducción del maquinismo culpable del paro, fue también fácilmente aplastada. Estos acontecimientos aparentemente sin importancia, casi no llamaron la atención europea; y sólo al final del mes de julio se precisará el movimiento importante que tomará el nombre de "vicalvarada". Sin embargo, ya el 3 de mayo, Marx escribe a Engels cómo se ha puesto a estudiar el castellano para seguir directamente, en textos originales, "el ciclo revolucionario" del que prevé el estallido en la Península; por lo tanto, ya en abril o marzo, ha previsto este estallido, a raíz de los sucesos de Zaragoza y Barcelona, que paS3(on casi desapercibidos en la prensa europea. El gran silencio político subsiguiente a los fracasos revolucionarios de 1848, no dejó indiferente a Marx.

2. MARX ANTE LA CULTURA ESPAÑOLA

He aquí un fragmento, familiar y encantador, de la carta de Marx a Engels del 3 de mayo de 1854:

«En momentos de ocio estudio el español. He empezado por Calderón cuyo "Médico prodigioso" sirvió a Goethe para "Fausto", no sólo para algunos fragmentos, sino también para planos de escenas enteras. Después, "horribile dictu", he leído en español lo que me habría parecido imposible en francés, "Atala" y "René" de Chateaubriand e incluso un trozo de Bernardin de Sain-Pierre (1)) ¡Y ahora estoy de lleno en el "Don Quijote"! Me parece que al principio el diccionario es más útil en español que en italiano».

Dediquemos este texto a los imbéciles que hacen de Marx un espíritu cerrado a los elementos culturales en el análisis histórico y preguntémosles cuántos periodistas, antes de comentar cualquier acontecimiento político en un país extranjero, se toman la molestia de conocer primero a los grandes clásicos de ese país.

3. MARX ANTE LA POLÍTICA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX

Una vez establecidas las relaciones regulares con el "New York Daily Tribune", Marx alternará en este periódico, los comentarios de actualidad con los artículos de fondo sobre España en general. ¿Es necesario decir que fue incomprendido, mal interpretado? Si mostraba un gran interés por la revolución liberal, la redacción del periódico hacía de Espartero un gran hombre de Estado; Marx enviaba entonces una imagen muy caricaturesca del general Espartero y la redacción concluía que no había nada que esperar del pueblo español. Considerados por sí mismos, y al margen de los comentarios, los artículos de Marx demuestran, al contrario, una total clarividencia: juicios duros sobre los fantoches politicastros, esperanza en la combatividad del pueblo, pese a todo.

4. EL PROBLEMA DEL EJÉRCITO

Marx no podía ignorar que en la primera mitad del sigloXIX (1820-1836), el ejército español podía haber aparecido como "el instrumento natural de toda sublevación nacional". Pero Marx, en 1854, apunta que muchos generales, utilizando este prestigio pasado, ya no eran más que los transmisores de ambiciones y de rivalidades en tomo a los favores del trono. "El pronunciamiento" se ha vuelto "militarada". Este vocabulario popular refleja el cambio intervenido. Concluir que los generales complotadores eran héroes de opereta sería también una superficialidad. Se trata de un ejército de guerra civil, y toda guerra civil tiene un sentido de clase. Marx busca, detrás de la agitación de los cuarteles, incluso en aquel entonces (en el siglo XIX), una cierta manifestación de las aspiraciones del pueblo, pero sobre todo, lo que descubre es la reacción antipopular de las clases dominantes inquietas. Las conspiraciones, en un primer momento, pretenden ser "charlas de café" ("Operación Galaxia"); pero pronto aparece su contenido social. A partir de 1936, las cosas serán muy claras: un feudalismo moribundo, una burguesía aterrorizada, se alinearán del lado del fenómeno fascista internacional. En 1834, el juego entre ejército, burguesía y pueblo sigue siendo ambiguo, complejo y por eso interesa particularmente a Marx, periodista, observador político, pero que no olvida nunca ser ante todo un analista social.

5. EL PROBLEMA DE LA INTERVENCIÓN ESPAÑOLA

Marx sabe que la intervención extranjera, que por sí sola no basta para explicarlo todo, ha sido constante en los asuntos españoles, debido a las debilidades económicas y al atraso del país, a causa de los enfrentamientos por arriba que suscitan las intrigas dinásticas, a causa de las ambiciones que inspira el mercado español (propaganda inglesa a favor del libre-cambio), a causa de lo que queda del imperio colonial (Cuba); por todo lo cual, la prensa de los grandes países occidentales se interesa a veces por los asuntos españoles. Siempre con fines egoístas, con el fin de denunciar a los vecinos. Marx se aprovecha por lo tanto de estas informaciones que esclarecen las ambiciones contrarias, en presencia. Nunca, sin embargo, cede a la interpretación fácil: "todo es intriga y viene de las intervenciones extranjeras", "El pueblo español existe y no es un juguete".

6. EL VALOR DE LA INFORMACIÓN DE MARX

Marx desconfía por lo tanto de los periódicos europeos, aunque estos sigan siendo, en Londres, su fuente de información normal; lee los periódicos españoles o redactados a las puertas de España (Bayona); distingue admirablemente los rasgos regionales: Barcelona y sus "20.000 tejedores", la única ciudad obrera; Cádiz, comerciante y liberal; País Vasco, desgarrado entre el campo carlista y su capital "exaltada"; Madrid, corazón de las intrigas cortesanas. Por supuesto, las informaciones sacadas día a día de la prensa, exigen ser profundizadas; de hecho, durante mucho tiempo, los historiadores clásicos, centrados en la intriga política, han tenido las mismas fuentes y apenas han superado las informaciones de Marx. Pero el rasgo más interesante de los artículos de 1854-56, es que Marx, insatisfecho de su análisis diario, ha ofrecido a su periódico americano, que aceptó, aclarar la actualidad mediante un estudio histórico. Para analizar la España de 1854, quiso tener presente todo el pasado español.

7. MARX HISTORIADOR: INTERESANTES PLANTEAMIENTOS SOBRE EL PASADO DE ESPAÑA

Antonio Ballesteros, erudito puro, autor poco innovador de una larga y clásica "Historia de España", actualmente bastante olvidada, ha tenido el mérito de admitir que no se podía dejar de lado, ya que existían, las observaciones sobre el pasado español de un espíritu tan poderoso como el de Marx. Sólo le reprochaba su "parcialidad" y "algunos errores de importancia". En cuanto a los errores, sólo se trata de lapsus o de confusiones mínimas (el Conde de Barcelona muerto en 1640 en Zaragoza y no en Barcelona, o González Bravo, confundido, en una ocasión, con Bravo Murillo); y en cuanto a la "parcialidad" sobra decir que Marx no hubiera asimilado, como lo hacía Ballesteros, al huelguista barcelonés con un carlista, bajo el nombre de "masa ignorante", ¡sin tratar de esclarecer la condición social de cada cual! Preguntémonos, solamente, cuáles habrán podido ser las fuentes de Marx y las sugerencias reveladoras que ha sacado de ellas.

No pudo, es verdad, consultar los archivos ni las bibliotecas españolas, pero la riqueza de las bibliotecas inglesas le permitió acceder a numerosos textos originales: escritos de Jovellanos, deci siones de la "Junta Central" de 1808, debates de las Cortes de Cádiz (demasiado a menudo conocidos parcialmente) y la Constitución que salió de ellos: memorias sobre las revoluciones de 1820. En fin, para el siglo XIX, Marx escogió un guía interesante, demasiado olvidado, Manuel Marliani, italiano de origen, pero patriota español, senador en Madrid, Cónsul General de España en París, que criticó severamente las afirmaciones de Martignac y de Chateaubriand sobre los sucesos de 1823 (crítica que gustó tanto a Marx que la transcribió íntegramente en una carta a Engels) y que se atrevió a escribir, frente a la virtuosa indignación de la prensa francesa ante el caos español:

«En vez de reconocer el triste legado de desórdenes, de inmoralidades, de reacciones que nos ha dejado el pasado, se achaca a los innovadores la responsabilidad de la nueva situación. El orgullo y los intereses de ciertas clases, su pretensión cuando creen ser las únicas en saber lo que conviene a la nación, impiden la regeneración de un país, más que la "ignorancia" de los pobres».

Se comprende que a Marx le haya gustado Marliani como guía en el "caos español".

Respecto a los siglos anteriores al siglo XIX o a la guerra de independencia de España contra Napoleón, Marx saca a menudo conclusiones originales:

a) Sobre la España del Antiguo Régimen: Marx capta bien la influencia del hecho de la "Reconquista" en la España de la Edad Media, la originalidad de las instituciones representativas de los tres "estados" en el seno de cada una de las monarquías; el papel de Carlos V (tal vez un poco demasiado privilegiado en detrimento de la obra de los "Reyes Católicos"); en la instauración del absolutismo; las consecuencias de la expansión colonial (debilitamiento de las clases enriquecidas que, en otras, partes, asumirán un papel dinámico de primer plano). Preocupado por el "problema de Oriente", Marx reconoce además en la vieja Monarquía expañola, rasgos bastante parecidos a los del "despotismo anárquico" del imperialismo turco: España no se ha convertido en ese "estado-nación" unificado y sólido que caracterizará a las grandes potencias del siglo XIX; en España pueden aún despertarse viejas nacionalidades en las que subsisten todavía nostalgias políticas. Esta "anarquía", en ciertas ocasiones, puede ser "sana" y de hecho la salvó en 1808.

b) Sobre la "Guerra de Independencia", Marx ofrece un análisis que no ha sido todavía superado. Guerra a la vez nacional y revolucionaria, que se apoya también en elementos reaccionarios, hostiles a la Revolución Francesa, que representa todavía el porvenir. La reacción fue la que venció: ¿por qué? En primer lugar porque la Monarquía española no había desempeñado el papel unificador asumido en otros países por los reyes. Y en segundo lugar, porque la "sana anarquía" del principio no desembocó a su debido tiempo en un "centralismo revolucionario". Por lo general, el pueblo buscó la solución en los jefes, religiosos en particular, condicionado por sus costumbres tradicionales. La "Junta Central" fue "demasiado estrecha para una Convención y demasiado amplia para un Comité de Salud Pública". Las "guerrillas" se desarrollaron demasiado anárquicamente, sin ninguna equivalencia con los "representantes de los ejércitos" de la Revolución Francesa (y podemos añadir que ni con los "comisarios políticos" de la Revolución rusa o de la guerra de España en 1938). Finalmente, dos formas de instrumentos políticos han sido heredadas de esta guerra de Independencia: una población demasiado poco organizada en sus veleidades revolucionarias, y un ejército de tipo pretoriano, predispuesto al golpe de Estado. En cuanto a las Cortes de Cádiz, Marx les rinde un homenaje que hemos olvidado con demasiada frecuencia: su obra es verdaderamente nacional, innovadora, más innovadora de lo que se suele decir. Pero, militarmente aisladas, legislan en el vacío: en Cádiz, IDEAS SIN ACTOS, en las guerrillas, ACTOS SIN IDEAS.

Esta deslumbrante fórmula aclara a la vez el hecho característico del episodio estudiado y una convicción marxista fundamental: no hay que actuar sin pensar, ni pensar sin actuar. En 1813, se encomendó la aplicación de la Constitución de Cádiz a una "regencia" que odiaba, de hecho, los principios de esta Constitución. Todas las medidas (represivas, económicas, monetarias), tomadas en su nombre, llevaron al caos; y el pueblo, que esperaba el milagro, creyó que los males venían de lo que de hecho no se aplicaba: operación clásica que permite denunciar después la "versatilidad del pueblo".

c) Sobre el siglo XIX. Marx rehabilita, en cierto sentido, el movimiento de 1820, subrayando su carácter auténticamente popular en las ciudades (rasgo hoy día reconocido). Es cáustico en sus caricaturas de militares que tan pronto fomentan complots como los desaprueban o los denuncian, como en el caso de La Bisbal. No es más indulgente con Espartero, del que presiente los lazos con Inglaterra, y que no vacila en bombardear las ciudades que han sido sus apoyos; caracteriza muy bien la mezcla de bandidaje tradicional y de cruzada político-religiosa que es el carlismo; denuncia las distribuciones de cargos y de favores que siguen a cada cambio (legal o no), de gobierno y que para algunos se convierten en la única finalidad de estos cambios mismos. Las conclusiones de análisis tan justas pueden parecer superficiales; pero Marx no atribuye los vicios que describe ni "al pueblo" ni al "temperamento" españoles. Relaciona éstos con lo que llamaríamos hoy rasgos de "subdesarrollo": "La cuestión social, en el sentido moderno de la palabra no tiene base en un país cuyos recursos no están desarrollados todavía, y con una población tan escasa...".

Con una burguesía que no ha tenido la fuerza para deshacerse del Antiguo Régimen y un proletariado naciente, vigoroso, pero localizado, el camino de la revolución en España está sembrado de escollos.

Todo lo que antecede es el resumen de lo que yo había escrito en 1938-39, como introducción a la publicación proyectada de los textos de Marx sobre España. Creímos, en 1936, que, en el largo camino previsto por Marx, España acababa de superar una etapa decisiva, ya que el pueblo había resistido al pronunciamiento mediante la revolución y la lucha armada, primero en una "sana anarquía" y luego por el centralismo revolucionario. Pero, esta vez, fue la intervención extranjera, abierta ó hipócrita, la que dio la victoria a Franco en 1939 y la que lo mantuvo en el poder, en 1945, a pesar de la derrota de sus aliados. Durante unos 20 años, España siguió el más bajo nivel del "subdesarrollo" económico, social, cultural. Y después de 1956-60, bajo el impulso extranjero, una modernización rápida y por otra parte inarmónica, gracias a una coyuntura capitalista mundial en pleno auge, dio al país lo que Marx llamaba "las bases de la cuestión social en el sentido moderno de la palabra". Y pareció hábil, a partir de entonces, planteada en el marco de la democracia formal: ¡la democracia, declaraba un ministro franquista, aparece por encima de los 1.000 dólares "per cápita"! Pero la crisis ha llegado y los nostálgicos del franquismo no se han privado de atribuir las dificultades, en primer lugar el paro, a un "cambio" del que se olvidan decir -como en 1813- que en lo esencial no ha tenido lugar. Y los juegos inciertos entre las finanzas y la política alternan de nuevo con la amenaza repetida del "golpe". .

¿ Cómo pueden las reflexiones de Marx servimos hoy para relacionar la actualidad con la historia?:

1.- No nos permite que confundamos el detalle de las intrigas politiqueras y de los complots de cuartel con el fondo del problema que es la lucha de clases; las formas que toma ésta última deben ayudamos a aclararlas.

2.- La historia de España debe enfocarse en su conjunto para poder ser comprendida: Edad Media creadora, imperialismo moderno mundial, pero feudal, que realiza en Europa las condiciones del capitalismo y que se derrumba (1800-1820) en el momento en que triunfa éste.

3.- En el siglo XIX, por su desarrollo económico insuficiente y desigual, España se parece menos a los grandes estados-naciones-potencias, de tipo alemán o británico, que a los "despotismos anárquicos" del centro y deleste de Euro.pa, donde las situaciones fueron también caóticas y disociadoras, pero de los que una parte importante han hecho la revolución; 4.- los esplendores del siglo de Oro o de la Edad Media no deben escondemos las mediocri_ dades políticas contemporáneas; un paSado brillante prueba las inmensas capacidades creadoras de los pueblos portugués, castellano, vasco, catalán, andaluz; ¿por qué no podrán dar, mañana, un modelo nuevo de relaciones y estados, a menudo soñado por los revolucionarios del siglo XIX?

Se me preguntará: ¿Y la historiografía? ¿No ha retenido nada de lo que Marx había escrito? ¿Ha sacado provecho de sus observaciones, utilizado sus modelos? Es verdad que se ha superado Ballesteros y que, alrededor de 1960, jóvenes escuelas de historiadores han hecho, sin duda alguna, esfuerzos por trabajar inspirándose en Marx. Pero curiosamente, a pesar de la edición (en 1960 justamente) de los artículos de Marx y de Engels sobre España ("Revolución en España", Barcelona, Ariel 1960), estos artículos han sido poco utilizados como ejemplos y como fuentes. Se estudian cada vez más, es verdad, los dos últimos siglos. Se ha descrito al "fracaso de la revolución industrial"; se ha estudiado la introducción del marxismo en el pensamiento revolucionario, pero, sobre los sucesos de 1854-56, el inglés Kiernan ("The revolution of 1854 in Spanish history”. Oxford, 1966) cita a Marx, pero no lo utiliza y no lo refuta. J. Benet y C. Martí en su (muy bonito) libro "Barcelona a mitjan segle XIX. El moviment obrer durant el bienni progressista" (Barcelona, 1946), dicen todo lo que se puede saber del movimiento obrero barcelonés en la época observada por Marx. Marx no estaba suficientemente informado a través de sus fuentes periodísticas; sobre la amplitud de este movimiento; los informadores se ocupaban más de Madrid. Marx escribía sin embargo con toda claridad que la única gran esperanza obrera española estaba en Barcelona con sus "20.000 obreros del textil"; en 1856, tuvo la impresión de que no les apetecía lanzarse a una revolución por la cara bonita de Espartero, que los había decepcionado con demasiada frecuencia; y añade:

"Salvo aquellos a los que atraía el olor de la pólvora", lo que prueba que capta con precisión la combatividad de la calle. Benet y Martí dejan claro que los que no resistieron ¡fueron numerosos! Un detalle me intriga: en 1855, una delegación barcelonesa de obreros visitó a Espartero para justificar ante él la huelga general en marcha (un gran "estreno"). En su informe se referían al "bello ideal político de los pensadores alemanes"; Benet y Martí atribuyen la alusión a Pi i Margall, y es poco verosímil que en aquella época un obrero barcelonés tuviera conocimiento de los artículos de Nueva York. Pero, diez años más tarde, en la sede de la Internacional, en Londres, se presentó un "ciudadano, Mollard, de Barcelona"; y la persona que llevó el informe a Espartero, en 1855, se llamaba Molar. El nivel de educación teórica de la clase obrera barcelonesa a mediados de siglo era más elevado tal vez de lo que se pensó.

En otro libro muy interesante, de Juan Sisinio Pérez Garzón, "Milicia nacional y revolución burguesa" (Madrid, 1978), los sucesos de 1854-56 en Madrid se analizan muy científicamente, tratando de analizar con un enfoque socio-profesional la "milicia" madrileña (¿burguesa o parcialmente popular?), como contrapeso posible frente al ejército profesional. El autor, marxista de formación, cita El Capital y El 18 Brumario, y particularmente esta frase interesante:

«Tan pronto como una capa social superior a él manifiesta una efervescencia revolucionaria, el proletariado se alía con ella y por ello sufre los fracasos que experimentan sucesivamente los diferentes partidos».

Excelente cita que se aplica perfectamente a la España de 1854-56. Pero esta explicación, ¡Marx la había hecho solo! En su artículo del 8 de agosto de 1856, había escrito:

«Como dijo Heine, es una vieja historia, y siempre la misma: Espartero abandona las Cortes, las Cortes abandonan a los jefes de la Guardia Nacional, los jefes de esta Guardia abandonan a sus hombres y estos abandonan al pueblo».

Y Marx precisa también: la milicia -la tropa, no los jefes-, es la "clase media" ¿Y a qué se llama "pueblo", cuando no se trata, como en Barcelona, de "20.000 tejedores"? El Madrid de 1854 tendría que ser sometido a análisis análogos a los que se han realizado sobre el París de 1793 o de La Comuna. Marx cita cuatro veces a "Pucheta", torero adulado por las muchedumbres de Madrid, que luchó en 1854 en la popular "Plaza de la Cebada" y exigió allí la ejecución del policía Francisco Chico, que se sirvió del régimen de Sartorius.

Marx dice que Pucheta fue nombrado jefe de la policía, a título de recompensa demagógica, y desconfía del personaje, como lo habían hecho los revolucionarios de la época (Garrido). Pero en 1856, Pucheta, en su querida Plaza de la Cebada murió en combate. El inglés Kiernan se conforma con escribir: "¡el fantasma de Chico se habrá alegrado!" ¡Es una forma curiosa de escribir la historia! Marx piensa por su parte que "Pucheta" ha trasplantado a las luchas de la calle el método de los guerrilleros de 1808" (artículo del 18-8-1856). Sería por lo tanto el inventor de la "guerrilla urbana" y Marx, en una carta a Engels (22-7-1856) escribe, a la vez con más altura y más familiaridad:

"Espartero y Pucheta, en la comedia española: nunca la historia ha enfrentado tan brillantemente al héroe burgués liberal con el héroe de la plebe".

De la "plebe". No del "proletariado". Ni siquiera del "pueblo". No creo que haya desprecio en esta calificación del héroe Pucheta. "Plebe" significa muchedumbre instintiva, inorganizada, la de los "actos sin ideas" de las 'guerrillas"

¡Cuántos problemas, tanto para el pensamiento de Marx como para la historia del siglo XIX español! ¡Y la historiografía reciente se olvida de Pucheta! Sin embargo, el artículo de Marx, del 8-8-1856 nos lleva más lejos en las interpretaciones:

«Estamos ante una nueva ilustración del carácter de la mayor parte de las luchas europeas de 1848-49 y de las que tendrán lugar a partir de ahora en la parte occidental del continente. Por una parte está la industria moderna, el comercio, cuyas cabezas naturales, las clases medias, son hostiles al despotismo militar; pero, por otra parte, cuando luchan contra este despotismo, arrastran consigo a los obreros, productos de la moderna organización del trabajo y que piden la parte que les pertenece de los resultados de la victoria. Aterrorizadas por las consecuencias de semejante alianza involuntariamente asumida, las clases medias retroceden, hasta tal punto que se ponen bajo la protección de las baterías de este despotismo odiado. En esto radica el secreto de los ejércitos permanentes en Europa, incomprensibles de otra forma para el historiador futuro. Las clases medias europeas han tenido que comprender así que tenían que someterse frente a un poder político al que odian, y ceder una parte de las ventajas de la industria, del comercio y de las relaciones sociales basadas en ellas, a no ser que renunciaran totalmente a los privilegios que la organización moderna de las fuerzas productivas habían, en una primera fase, distribuido únicamente a ellas. Que esta lección nos sea dada hoy por España es tan impresionante como inesperado».

Más de un siglo de la historia de España e incluso de una gran parte de la historia mundial está en esta frase. Sin embargo no la he visto citada a menudo. Menos mal que un centenario nos la recuerda.

 

NOTAS

(1) En el texto: ¡Saint Bernardin de Pierre! No sabremos nunca si se trata de un lapsus o de una broma.