Desgraciadamente, como fuentes para la historia del materialismo indio no contamos más que con las referencias a su sistema en la crítica de sus adversarios filosóficos y religiosos, los diversos sistemas de la ortodoxia y heterodoxia hindú. De la obra básica o manual de la escuela materialista, el Brhaspatisūtra, sólo quedan algunos fragmentos reproducidos ocasionalmente. Ello dificulta notablemente la ‘reconstrucción’ de los rasgos de su pensamiento, ya que las diversas fuentes no suelen ofrecer un panorama desapasionado de las características que pretenden criticar en sus adversarios materialistas.

Las primeras referencias a rasgos constituyentes esenciales del materialismo indio, como por ejemplo la opinión de que la conciencia o pensamiento radica en el cuerpo como constituido por elementos materiales y no en un yo o alma extracorpórea, aparecen ya puestas en boca de los ‘ásuras’ o demonios en la Chāndogya Upanisad, VIII,8, o en la Maitrāyan a Upanisad, VII,9-10, donde el dios Brhaspati, en su función de preceptor, imparte tal doctrina a los demonios para confundirlos en su lucha permanente contra los dioses; de este modo los demonios «pasaron a considerar el bien como el mal y el mal como el bien», y en lo sucesivo fueron asimilados a demonios los secuaces de tal doctrina.

Tal es la leyenda etiológica formulada por los brahmanes para justificar una corriente de pensamiento que les resultaba adversa y completamente ajena, pero que no debió ser infrecuente ya desde los primeros tiempos.

Se remontan, pues, tales referencias a la época de la literatura védica, que llega aproximadamente hasta el siglo VI a.C . Las fuentes para el materialismo indio continúan posteriormente a lo largo de la historia de la literatura india en sánscrito y prácrito en las obras filosóficas o religiosas de sus adversarios, como ha sido indicado, casi siempre con carácter incidental o fragmentario.

Consideran los materialistas indios que toda la realidad es el resultado de las múltiples combinaciones a que pueden dar lugar los cuatro elementos básicos de la materia: tierra, agua, fuego y aire. Pero algunos lokāyatas consideran también el espacio o éter la quinta forma de materia y declaran, por tanto, que el mundo consiste en cinco formas de materia. El hombre, también, es el resultado de una determinada combinación de dichos elementos, y una combinación tal que posibilita igualmente el surgimiento de la conciencia. Rechazan, pues, que la conciencia o el yo, como se ha indicado, sea una entidad extracorpórea o inmaterial que pueda viajar a través de diferentes cuerpos en una cadena de reencarnaciones justificadas por el karma o conducta observada en vidas anteriores.

Rechazan, pues, tal doctrina del karma, que establece premios o castigos en vidas ulteriores por los hechos de una vida anterior o permite la posible liberación definitiva de tal cadena de reencarnaciones. Dicha doctrina es aceptada, sin embargo, por los otros sistemas heterodoxos, budismo y jainismo.

La conciencia o pensamiento surgiría en el cuerpo humano como surge el poder intoxicante de los licores en la mezcla de distintas sustancias, melazas, etc., según una imagen que se repite en las fuentes y remonta a la obra básica o manual de la escuela materialista, el Brhaspatisūtra. En consecuencia, si el ‘yo’, la conciencia, es material y radica únicamente en el cuerpo, el bien ético al que podamos dirigirnos será dar satisfacción al cuerpo, esto es, buscar el placer. Al igual que Epicuro, sostienen que si el hombre, como los demás seres animados, tiende de modo natural e instintivo al placer y rechaza el dolor, tal debe ser entonces el referente ético en la conducta. Desgraciadamente las fuentes no permiten profundizar en el análisis del placer a que pudieron haber llegado, como llegaron en el pensamiento griego Aristipo y los cirenaicos y posteriormente Epicuro.

En su rechazo a todo lo trascendente incluyen lógicamente a los dioses o a cualquier poder creador o sostenedor del mundo, personal o impersonal. Según ellos, la naturaleza de las cosas las impulsa a obrar por sí mismas, sin un agente externo que las empuje. Rechazan, pues, la religión de los sacrificios u ofrendas basada en los Vedas y rechazan también la ulterior evolución religiosa del brahmanismo, en lo que se refiere a la represión del deseo y a la indiferencia al placer y al dolor, tal como puede apreciarse por ejemplo en la Bhagavadgītā.

En su afán por enfrentarse a toda la dogmática de la religión védica, los materialistas indios negaron los modos de conocimiento generalmente adoptados por los demás sistemas religioso-filosóficos: la inducción, la analogía, y el testimonio verbal, utilizados también en la teodicea brahmánica, aceptando únicamente como fuente de conocimiento la percepción directa por medio de los órganos de los sentidos. El rechazo de la inducción o inferencia, esto es, el rechazo del proceso silogístico si se parte de una premisa universal justificada en la inducción como modo de conocimiento, los llevó a adoptar una posición inadvertidamente escéptica en su epistemología. Al rechazar la inferencia ponían en entredicho, por ejemplo, su postulado de que la realidad está constituida por la mezcla de los cuatro elementos materiales, y esto debió llevarlos posteriormente a ulteriores reformas en su posición epistemológica.

Fuente: Sevilla Rodríguez, M. Los Orígenes del Materialismo en India y Grecia: Similitudes y Diferencias. Pensamiento. Revista de Investigación e Información Filosófica 64, 242 S. Esp, 847-864.