El materialismo es una de las dos principales tendencias en la filosofía, que da la única respuesta científica correcta al problema cardinal de la filosofía sobre la relación entre el ser y el pensar. El materialismo, por oposición al idealismo, reconoce la materia como lo primario, y la conciencia, el pensar, como lo secundario. La forma superior del materialismo es el materialismo filosófico marxista, que supera todos los defectos y debilidades de las anteriores doctrinas materialistas. El materialismo, en su evolución, se apoyó en la ciencia, particularmente en las ciencias naturales. Sus primeras doctrinas aparecen cuando nace la filosofía en las sociedades esclavistas de la India, China y Grecia antiguas, varios siglos antes de nuestra era, debido al progreso de los conocimientos científicos en astronomía, matemáticas y otras ciencias. A lo largo de toda la historia de la filosofía, el materialismo filosófico fue normalmente la concepción del mundo de las clases sociales de avanzada que luchaban por el progreso, interesadas en el desarrollo de las ciencias. El materialismo nació en las colonias jónicas de la Grecia Antigua a fines del siglo VII y principios del VI antes de nuestra era, en la época de la formación de las ciudades-estado, cuando se desarrollaban aceleradamente los oficios y el comercio. La concepción materialista del mundo de los primeros pensadores griegos antiguos está íntimamente relacionada con los primeros pasos de la ciencia.

El materialismo entiende que la conciencia es un producto de la materia y la concibe como un reflejo del mundo exterior, con lo cual afirma que la naturaleza es cognoscible. Generalizando los resultados de las ciencias, el materialismo facilitaba el progreso del saber, el perfeccionamiento de los métodos científicos, lo cual a su vez ejercía beneficiosa influencia sobre los resultados de la actividad práctica del hombre, sobre el desarrollo de las fuerzas productivas. En el proceso de la interacción que se establecía entre el materialismo y las ciencias especiales, se modificaba el aspecto del propio materialismo. El rasgo común del materialismo antiguo, en muchos aspectos todavía ingenuo (Lao-Tse, Ian-Chu, Wang Chung, escuela Carvaka o Lokayata, Heráclito, Anaxágoras, Empédocles, Demócrito, Epicuro y otros), estriba en reconocer la materialidad del mundo, su existencia independiente del espíritu humano. Sus representantes se esforzaban por encontrar en la diversidad de la naturaleza un primer principio común a todo lo existente y a todo lo que ocurre (Elemento). Fue un mérito del materialismo antiguo el haber ideado la hipótesis de la estructura atómica de la materia (Leucipo, Demócrito)

Los filósofos griegos antiguos, representantes de la llamada filosofía jónica (Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito), desenvolvieron la concepción materialista espontánea y dialéctica simplista del mundo. “La concepción materialista del mundo era, primitivamente, entre los filósofas griegos, algo absolutamente lógico y natural” (Engels). El problema fundamental de su filosofía era el problema del primer principio, de la primera materia. Tales consideraba que el agua es el primer principio de todas las cosas; Anaximandro, la materia indefinida, el “apeyron”; Anaxímenes, el aire; Heráclito, el fuego. Engels, caracterizando la filosofía de los jónicos, escribía: “…Aquí tenemos ante nosotros enteramente un primitivo materialismo espontáneo, que al nacer considera como natural la unidad en la variedad de los fenómenos de la Naturaleza, como algo que por sí mismo se comprende y la busca en algo definidamente corpóreo, o en algo especial, como Tales en el agua”. Tomando como base del mundo los diversos principios materiales, los jónicos lo concebían como un todo íntegro, como un proceso infinito de cambios y de transformaciones de estas primeras materias. Todos, según expresión de Engels, eran dialécticos “innatos”, para quienes la conexión universal de los fenómenos aparecía en la observación directa. Esta concepción del mundo, primitiva pero en el fondo exacta, fue claramente expresada por Heráclito (alrededor de los años 544-484 antes de nuestra era). El posterior desarrollo del materialismo está vinculado, principalmente, con los nombres de Anaxágoras (alrededor de 500-428 antes de nuestra era), Empédocles (alrededor 460-425) y, especialmente, Demócrito (años 460-370), Epicuro (342-270) y Lucrecio (99-55). Los tres últimos fueron representantes del materialismo atomista de la antigüedad. Consideraban como la base de todo a los átomos, las más pequeñas partículas materiales, indivisibles e impenetrables que se mueven en el vacío infinito. De toda clase de asociaciones de estos átomos, diversas por su forma, está constituida, a su juicio, la variedad toda de los fenómenos de la Naturaleza. Existe una multitud infinita de mundos, que nacen del movimiento en torbellino de los átomos. Unos mundos nacen, otros perecen. El materialismo atomista de Demócrito, Epicuro y Lucrecio estaba dirigido contra la idea de la injerencia de los dioses en el destino del mundo y, en general, contra la superstición religiosa. Negaban la inmortalidad del alma, a la que consideraban material y compuesta de átomos más sutiles. Dedicaremos textos específicos a algunos de estos filósofos, cuyas concepciones son imprescindibles a la hora de configurar el materialismo del siglo XIX.

Fuentes: Diccionario filosófico marxista (1946) y Diccionario filosófico (1965), de M.Rosental y P. Iudin.