Una introducción al estudio de las bases y los antecedentes filosóficos del marxismo-leninismo

«La principal tarea de nuestro Partido es asimilar las bases de la teoría marxista-leninista, porque sin tal preparación la actividad del Partido sería interrumpida, su camino se obscurecería y esto podría acarrear graves errores que costarían muy caro al Partido y al país».

(Enver Hoxha, Obras Completas, Tomo I)

«Si se hacía alguna pequeña cosa respecto al estudio del marxismo-leninismo, tendía únicamente a dar a conocer al miembro del partido algunas fórmulas áridas, sólo para que pudiera decir que se llamaba comunista, para que amara el comunismo de manera sentimental; pero de cómo se llegaría hasta ahí no sabía nada, porque no se lo habían enseñado

(Enver Hoxha, El imperialismo y la Revolución)

Bastarían las dos anteriores citas para, por una parte, plasmar la importancia y la imperiosa necesidad de que el estudio y la formación estén presentes a la hora de dotarse de unas herramientas teóricas para desenvolverse en las tareas de la militancia revolucionaria o de las luchas cotidianas, y para, por otra parte describir en negativo, cual si fueran profecías, la situación de la batalla ideológica a la que estamos abocados, en la que surgen desde los puntos más insospechados “nuevas” concepciones aberrantes, “novísimas” visiones del mundo que a las primeras de cambio descubren toda su antigüedad, que se intentan hacer colar como el reflejo moderno de un mundo que pese a ello se resiste a adaptarse a las “revolucionarias” alquimias practicadas en los departamentos sociales de universidades de reconocido prestigio.

 

No fueron escasas las veces que en Congresos de nuestro Partido, como el 4º Congreso de 1984, cuyas decisiones de reforzar la formación ideológica se volvieron a reflejar en las resoluciones del 5º Congreso de 1988, se insistía en la necesidad de la formación ideológica, la necesidad del estudio de los fundamentos ideológicos que constituyen la fuerza primigenia, los instrumentos científicos más allá de esos sentimentalismos que decía Hoxha, ya sea hacia personas o hacia simbologías. Sería ocioso enumerar ahora las dificultades, los sucesos y problemas más inmediatos que a lo largo de los años impediría aquella voluntad de reforzar el estudio que manifestaba Elena Ódena. Con muy buenas razones, se podría añadir. Igual que sería ocioso explicar la conveniencia de, aunque ni supla ni pueda sustituir el esfuerzo y el estudio individual o colectivo, dar a conocer siquiera de forma sintética e introductoria los fundamentos filosóficos de la teoría revolucionaria, no solo ni especialmente a los militantes sino a todas aquellas personas interesadas en ese aspecto.