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Que el sistema capitalista está en crisis y se encamina aceleradamente a un enfrentamiento abierto entre las grandes potencias por el reparto del mundo, no es algo que digamos con insistencia solo nosotros. En la 55ª Cumbre de Seguridad celebrada en Munich, el pasado mes de febrero, la propia anfitriona, frau Merkel, declaraba: “vemos que la arquitectura que apuntala al mundo como lo conocemos es un rompecabezas que se ha roto en pequeños pedazos”. Mucho más claro fue el director de la Conferencia, herr Wolfgang Ischinger: El mundo no solo asiste a una serie de crisis grandes y pequeñas. Hay un problema mayor: la recolocación de las piezas clave del orden internacional. Se ha abierto una nueva era de competición por el poder entre EEUU, China y Rusia, acompañada de un cierto vacío de poder”. El político alemán recurrió a una cita del dirigente comunista Gramsci para explicar la situación: “La crisis consiste en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no es capaz de nacer. Lo que resulta en el interregno es una enorme variedad de síntomas mórbidos”.

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