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12 de Noviembre de 2022 (descargar en pdf)

SITUACIÓN INTERNACIONAL

Desde la invasión de Ucrania por el ejército de Putin, aparentemente hemos entrado en un “bucle” de noticias que se limitan a una sucesión de datos “geopolíticos”, unos en apoyo del imperialismo occidental, otros del ruso y la tesis de un mundo “multipolar” de quienes anhelan que las dos principales potencias imperialistas se repartan las áreas de influencia apoyándose en bloques de aliados satélites. El mundo se queda pequeño para las dos grandes potencias en liza: China y EEUU y el proceso de reparto entre ellas parece de momento ralentizado.

Solo aparentemente, porque en el panorama internacional se están produciendo contínuos cambios, muchos apenas perceptibles, que avanzan hacia un cambio mucho más profundo que busca alterar completamente el statu quo actual asentado tras la II Guerra Mundial, en el que EEUU es el primus inter pares de los estados imperialistas. Ese “orden mundial”, aceptado hasta ahora incluso por sus rivales, China y Rusia, es puesto en cuestión por las nuevas potencias que exigen su parte en el reparto del producto social saqueado al proletariado y a los pueblos. La derecha se escora abiertamente hacia el fascismo y la izquierda con presencia en las instituciones abraza abiertamente a uno u otro campo en liza, renunciando objetivamente al internacionalismo proletario. Desde hace tiempo están trazadas las grandes tendencias de este proceso de las que hemos venido tratando en anteriores informes. Recordemos algunas:

En el terreno económico, la economía mundial ha entrado en una profundísima depresión que se agudiza día tras día. El capitalismo ya ha puesto en marcha el proceso de destrucción de fuerzas productivas a una escala brutal; un proceso que se expresa en una guerra implacable entre las principales potencias en términos económicos, políticos y militares y cuyo objetivo, como decimos, es el reparto del mundo. Y la masiva destrucción de fuerzas productivas, no solo significa la eliminación de máquinas, plantas de producción, puestos de trabajo, etc.; también se traduce en un desequilibrio aún mayor en las relaciones de producción en favor del gran capital y la oligarquía financiera, y en la pérdida o degradación de gran parte de las conquistas sociales alcanzadas por la lucha del proletariado: privatización de los servicios sociales: sanidad, educación, pensiones, etc. que, además, pasan a ser un nicho de negocio para el capital.

Esto, a su vez, tiene otra consecuencia incluso más dramática: la eliminación física de toda una población “excedente” para el capital (pensionistas, principalmente), que reducen los descomunales beneficios privados que garantiza la productividad moderna, la prolongación de la vida laboral y la economía imperialista global. Los datos son muy preocupantes: según el Informe de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo), elaborado por el Instituto de Salud Carlos III, dependiente del Ministerio de Sanidad, España registra en 2022 un aumento de la mortalidad nada menos que del 94% respecto a 2019, (32.058 frente a 2.862 muertes inesperadas respectivamente), y una caída de la esperanza de vida hasta niveles de 2012.

Esto está teniendo unas consecuencias demoledoras no solo en las regiones económicas más débiles; también en los propios estados dominantes. En la Europa capitalista, por ejemplo, los gobiernos comienzan a tomar medidas para que sus ciudadanos reduzcan el consumo de energía, se exige de sus ciudadanos colaboración, aceptar como mal inevitable la inflación y los recortes salariales, el paro, la miseria que se extiende, etc.; se llega incluso a recomendar el acaparamiento de productos de primera necesidad ante posibles situaciones de emergencia, adquirir dosis de yodo ante un posible ataque nuclear, etc., etc., mientras los estados continúan invirtiendo ingentes cantidades de dinero en apoyo de las grandes empresas para evitar el colapso de la economía, se rearman, militarizan la vida ensalzando las virtudes castrenses, etc., etc.

Los medios de manipulación de masas insisten una y otra vez en la necesidad de adaptarse a un mundo en crisis permanente, con grandes problemas energéticos, desplazamientos masivos de personas (algunos organismos internacionales han aventurado la cifra de más de mil millones de desplazados en el 2050); frivolizan con detalles monstruosos sobre un cataclismo inminente si las masas no responden con prontitud y disciplina a las “recomendaciones” de los gobiernos, como si esta crisis fuera inevitable, como si fuera la tasa necesaria a pagar para recuperar la “normalidad” y no la consecuencia de un modo de producción, el capitalista, que solo puede desarrollarse sobre la miseria humana; un modo para el que la socialización del proceso de producción, los avances técnicos que garantizan mejoras en la producción y distribución de bienes y su correspondiente abaratamiento, supone paradójicamente un problema para los dueños de las fuerzas productivas; un problema que únicamente pueden solventar destruyendo las que han contribuido a desarrollar.

Los niveles de inflación alcanzan cimas desorbitadas: Países como Argentina (80,21 %) o Turquía (78,5%) casi duplican el precio de los bienes y servicios cada año; pero, también las potencias centrales ven cifras del incremento del IPC que no se conocían desde hace décadas: cuando escribimos este informe, la media de la Unión Europea es del 10%, pero las repúblicas bálticas ex soviéticas duplican estas cifras y Alemania (10,9%) supera también la media. Los Bancos centrales suben los tipos de interés, Incrementando con ello el coste de los préstamos y de las hipotecas lo que contribuye a su vez a ralentizar aún más un mercado inmobiliario en crisis, y acelerar con ello la llegada del estancamiento de la economía...

Algo parecido pasa con la deuda pública, desbocada: Japón (259%), Grecia (193%), Italia (150%), EEUU (134%), España (118%), hacen frente a cifras verdaderamente demoledoras que seguro se incrementarán en el próximo futuro, debido a factores como el encarecimiento de los costes de financiación, los planes de contingencia puestos en marcha por los gobiernos para evitar el colapso, la caída de la confianza en las monedas de referencia para las transacciones internacionales que señalábamos en el anterior informe, y otros que actúan como combustible de la crisis de la deuda.

La recesión económica afecta ya a la totalidad del mundo imperialista. Incluso China, una economía hasta ahora en constante crecimiento, comienza a dar síntomas de desaceleración debido a diversos factores, entre ellos, la caída del sector inmobiliario que casi llevó al colapso a la constructora china Evergrande, la inmobiliaria más endeudada del mundo, y la brusca bajada del número de préstamos bancarios como consecuencia del impago de las hipotecas, la crisis energética, la propia desaceleración de la economía mundial que reduce la exportación de bienes y debilita a la potente industria manufacturera china, o las medidas adoptadas por su competidor yanqui (recientemente el gobierno de EEUU prohibió la venta a las empresas chinas de semiconductores y materiales de fabricación norteamericana) como parte de la guerra económica entre ambas potencias imperialistas.

Como señalaba recientemente el economista Paul Krugman: “...en lugar de obligar a los países a entenderse, parece que la globalización ha creado nuevas fronteras para el enfrentamiento internacional”.

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 La situación internacional parece entrar en un bucle en el que apenas se ven nuevos movimientos de importancia que avisen sobre un inminente cambio en el statu quo internacional; las noticias sobre la guerra en Ucrania se han convertido en lugar común de debate entre los tertulianos televisivos. Todo parece reducirse a una confrontación geopolítica entre aliados y rivales muy definidos; todo parece funcionar “dentro de un orden”, el “orden” imperialista, que se hace pasar por inevitable. Pero, como señalara el camarada Stalin en su texto Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico: “... Por oposición a la metafísica, la dialéctica no examina el proceso de desarrollo de los fenómenos como un simple proceso de crecimiento, sino como un proceso en el que se pasa de los cambios cuantitativos insignificantes, a los cambios radicales, a los cambios cualitativos; en que estos se producen, no de forma gradual, sino repentina y súbitamente, en forma de saltos de un estado de cosas a otro, y no de un modo casual, sino con arreglo a leyes, como resultado de la acumulación de una serie de cambios cuantitativos inadvertidos y graduales...”.

En otros informes y artículos, hemos venido hablando de los cambios que se han venido produciendo en la economía imperialista; cambios en su momento apenas perceptibles que han venido provocando el ascenso de China a la cima de las potencias. Hace apenas tres años, Rusia era un socio fiable para Europa y EEUU; la ligazón entre la oligarquía rusa y el presidente yanqui (entonces Trump) formaba parte de las curiosidades de las relaciones internacionales, se aportaban datos, incluso, sobre la financiación de las campañas electorales del vaquero Trump con fondos rusos; China continuaba su ascenso en las principales instituciones económicas del imperialismo y aparecía por primera vez en foros como Davos, haciendo gala de su compromiso con la globalización imperialista, de su fervor capitalista, por encima incluso del patrón yanqui. Sí, en la “periferia del sistema” ardían conflictos (en Libia, Yemen, Siria, etc.), pero eran parte de las guerras inevitables en un mundo en paz, conflictos enquistados en zonas que aún no habían sabido superar la vieja “guerra fría”. Ahora, contradicciones que venían incubándose a lo largo de decenios, han estallado, provocando alteraciones mucho más profundas en el magma de las relaciones interimperialistas que ponen en cuestión el statu quo entre las potencias.

En el terreno político, como ya hemos insistido en otras ocasiones, el enfrentamiento interimperialista ha vuelto muy fluidas las relaciones entre los estados. Tan fluidas como las que mantiene Joe Biden con su viejo aliado, el ultrarreaccionario reino de Arabia Saudí: El Presidente yanqui, que viajó en julio a ese país (tan querido por el “emérito” bribón) para reunirse con el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, luego de haber jurado durante la campaña electoral yanqui, hacer del reino un "paria", tras el asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi, afirmaba a mediados de octubre que Arabia Saudí va a pagar las “consecuencias” del recorte anunciado por la OPEP de dos millones de barriles diarios de la producción mundial de petróleo.

La monarquía medieval patrocinadora de conflictos como el que desangra Yemen, parece ahora más interesada en acercarse al otro campo en lucha y baraja la posibilidad de integrarse en el Brics; el gobierno nazisionista de Israel, otro puntal de la política imperialista yanqui en oriente próximo, rechaza entregar armamento a Ucrania a pesar de compartir sistemas de inteligencia y control como Pegasus con gobiernos y oligarcas de todo el mundo, provocando la ira antisemita del régimen ucraniano dominado por fuerzas filonazis y fuertemente armado por EEUU; la teocracia iraní, hasta ahora enemiga de Rusia, interviene directamente del lado de Rusia proporcionando al gánster Putin armas y drones, China se desmarca de su aliado, absteniéndose en la votación de rechazo en la ONU tras la anexión rusa de Donestk ... las relaciones cambian con la misma velocidad con la que se agudiza la crisis económica, aunque, al menos de momento, los campos estén bien definidos.

Al menos, de momento. Lo que sí parece claro desde hace tiempo es que el desarrollo de la guerra en Ucrania, ha debilitado de manera especial el papel de la Europa Capitalista que ha optado por someterse a la iniciativa de su “incómodo” aliado yanqui: El encarecimiento del gas y del petróleo tras cumplir la orden de EEUU de cortar la dependencia con el gas y el petróleo rusos (para no contribuir a financiar la guerra de Putin es el argumento) afecta de modo particularmente intenso a la industria europea que, tras la pandemia, se ve obligada a recurrir de continuo a “paradas técnicas”; y a la población del viejo continente condenada a pasar un invierno gélido.

Pero, además, la guerra en Ucrania, ha puesto en evidencia, como hemos señalado otras veces, un factor aún más importante en el contexto de lucha interimperialista: las limitaciones políticas de un bloque constituido por 27 estados cuya burguesía tiene intereses diferentes, a veces contrapuestos, y carece de mecanismos rápidos y eficaces para adoptar medidas comunes con la urgencia que el nuevo periodo exige.

Entre los “socios” de la UE, por ejemplo, hay gobiernos (Bulgaria) que no ocultan su incomodidad con la política de abierto enfrentamiento con Rusia, que (Polonia o los países bálticos) presionan para ir más allá en el apoyo a Ucrania; o que (Alemania y, especialmente, Francia) siendo las cabezas del bloque imperialista, han visto alterado su objetivo de reforzar la capacidad política de la Europa Capitalista en la actual coyuntura de guerra interimperialista.

Ello no significa, sino todo lo contrario, que entre los gobiernos europeos aún con distinta posición internacional no exista un acuerdo en profundizar las medidas reaccionarias en materia económica, social y policial en contra de los pueblos de la UE. Por eso Polonia, Bulgaria y las repúblicas Bálticas, por ejemplo, que tienen una posición diferente en lo tocante a la actitud a tomar en relación con la guerra en Ucrania, actúan aliados a la hora de llevar a efecto una agenda reaccionaria común de la UE frente a sus pueblos.

El último ejemplo de cómo el carácter reaccionario y la “pose antisistema” de las fuerzas neo fascistas no evita su completa aceptación de las normas e instituciones del imperialismo lo ha dado la nueva primera ministra italiana Meloni, quien ha hecho una abierta declaración de apoyo a las instituciones del imperialismo occidental (a pesar de que uno de sus aliados en el Gobierno, Berlusconi, es un gran amigo y admirador de Putin... solidaridad entre gánsters), en particular la UE y la OTAN, en la toma de posesión de su cargo, al tiempo que proponía nuevas medidas para impedir la inmigración. En España, su aliado Vox, es una de las fuerzas políticas más sumisas con las instituciones imperialistas y los poderes del Estado monárquico; sus dirigentes son los primeros en salir en defensa de la institución monárquica y corren a recoger el raído manto del “emérito” bribón cuando se descubren sus reales vergüenzas y desvergüenzas.

Esto no atenúa el carácter reaccionario y potencialmente violento de estas organizaciones, pero demuestra que, en un momento de extrema debilidad de la organización revolucionaria del proletariado, el fascismo no tiene necesidad, al menos de momento, de recurrir a los métodos usados en los años 30 del siglo pasado (con un movimiento obrero potente y todo un ejemplo revolucionario vivo, la URSS), prefiriendo “normalizar” su discurso a través de las instituciones democrático-burguesas, calando también en los partidos de derecha “moderada” como vemos en el caso del PP en España

En la reciente cumbre europea, entre cuyos objetivos estaba el adoptar una decisión común frente a la crisis energética que amenaza el continente este invierno, se ha podido comprobar de nuevo la falta de coherencia y agilidad de la UE, que ha tenido que recurrir a un acuerdo in extremis en el intento de “topar” el precio del gas; ante la falta de acuerdo, se decidió la convocatoria de una reunión posterior de los Ministros de Energía, para cerrar el pacto. Pero, este nuevo intento se cerró con un fracaso: la argumentación del gobierno alemán dice mucho sobre los intereses en juego: Alemania se negó en redondo a topar el precio del gas, porque ello provocaría un “aumento de la demanda”.

 Que el imperialismo europeo consiga o no llegar a unificar sus posiciones y adoptar mecanismos que permitan una rápida adopción de decisiones, dependerá de muchos factores que aún no se han desarrollado lo suficiente como para permitir ir más allá de la percepción de una tendencia. Es decir, las tensiones que se viven en la esfera internacional pueden llegar tanto a desmembrar la UE como a reforzar los mecanismos internos de decisión y permitir al bloque jugar un papel más “independiente” en la pelea; en cualquiera de los casos, será la oligarquía y no los pueblos quien decida el camino a tomar.

*Desplazamiento paulatino de la línea del enfrentamiento interimperialista hacia África y el área del Indo-Pacífico. Y no solo (que también) porque la existencia de Taiwan, un estado formado por la fuerza nacionalista derrotada en la guerra civil China y que por su especialización productiva (particularmente en la campo de los semiconductores) y su situación geopolítica, la hagan un objetivo prioritario para los sectores nacionalistas chinos. Hay otras causas. Sirva este dato para entender mejor las razones económicas que se ventilan en esta área: “... En 2.000, Asia representaba el 32% del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo. Esta participación aumentó al 42% en 2017 y va camino de llegar aproximadamente al 52% para 2040. Por el contrario, la participación de Europa disminuyó del 26 al 22%, y la de América del Norte del 25 al 18% entre 2000 y 2017... La participación de los países asiáticos en el PIB del mundo emergente se ha duplicado, hasta el 60% del total. América Latina, en cambio, solo representa el 5% del PIB global y el 1,4% de la capitalización de las bolsas mundiales... (…)” Tomado de Real Instituto Elcano.

Las grandes líneas que delimitan las áreas del enfrentamiento quedan claras; no obstante, en el inmediato futuro podremos ver rupturas de alianzas antes “indestructibles” y nuevas “complicidades” entre Estados hasta entonces enemigos irreconciliables. La ruptura de las líneas que venían configurando los límites de los diferentes bloques estarán al orden del día conforme avance el enfrentamiento interimperialista. Las áreas de influencia se irán reconfigurando, chocando y recomponiendo entre sí como las placas tectónicas, en un movimiento cuyo final será la configuración de un “nuevo orden” internacional. Y en este proceso, el imperialismo está arrastrando por el sumidero el desarrollo alcanzado en los tiempos de “paz”.

Algunas fuerzas autodenominadas “comunistas” pierden el tiempo determinando el futuro sobre bases “geopolíticas”, confundiendo el origen de los problemas en base a la ubicación de los estados, desorientando sobre pasados desaires entre países basados en viejas querellas imperiales; creyendo ver en los pasos que cada peón da en el tablero internacional, el refuerzo de las tesis de su defendido o el debilitamiento del contrario; otras se inclinan a aceptar los hechos consumados y se suman a los llamados de su burguesía nacional a buscar acomodo con el aliado “natural”, aceptando con más o menos escrúpulos la tendencia general de los Estados nacionales a reforzar sus ejércitos, recuperar las banderas de la patria burguesa, reclamando sus derechos frente a las otras; la patria común de explotadores y explotados, sin contradicciones; como si los explotadores no tuvieran perfectamente claro cuál es su bando y cual su bandera.

El presidente yanqui, sí lo tiene claro; hacia público a principios de octubre su Estrategia de Seguridad y en ella Washington determina claramente que es China y no Rusia el “desafío geopolítico más importantes para EEUU”. El documento afirma que “China es el único competidor con la intención y, cada vez más, con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo (amenazar la supremacía yanqui), mientras Rusia supone una amenaza inmediata y persistente para la paz y la estabilidad internacionales”. Los contendientes que se perfilan para liderar el mundo imperialista están, pues, claros para todos, menos para quienes no quieren ver más allá de lo inmediato, sin sacar conclusiones de futuro que permitan orientar la política revolucionaria. Lo que está en juego es una guerra económica entre potencias imperialistas que trae como consecuencia un cambio político cada vez más profundo.

Pero este momento abre también la posibilidad de rupturas revolucionarias en aquellos países en los que exista una dirección consecuente y procesos revolucionarios como consecuencia del hartazgo de las masas con un modo de producción que amenaza con volver varios decenios atrás la vida económica del planeta llevándose por el camino las vidas, y las esperanzas de cientos de millones de personas. Frente a la guerra interimperialista, las consignas comunes que los marxista leninistas debemos extender en esta coyuntura están claras, son las mismas que defendió el movimiento comunista frente al imperialismo: guerra a la guerra imperialista; transformemos la guerra entre imperialistas en una guerra entre clases. Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases

No hay otra salida, el imperialismo no tiene más salida que la guerra entre las naciones, la destrucción de las fuerzas productivas, para volver atrás y recuperar la senda de la apropiación del plusvalor que ahora no obtiene con la explotación despiadada del trabajo ajeno. No es posible mitigar más que parcial y temporalmente las consecuencias inmediatas de esta tendencia inherente al propio modo de producción capitalista.

En esta coyuntura, el papel de las fuerzas políticas es determinante. Tras un periodo de exuberancia del oportunismo, el hartazgo del proletariado y las clases populares, con la política de conciliación practicada por esas corrientes al comprobar su incapacidad para hacer frente a ninguno de los problemas que la agudización de la crisis ha traído, su complicidad con el Estado liberal capitalista, del que se constituye en flanco “izquierdo”, y la ausencia o extrema debilidad de una dirección de clase en la lucha del proletariado, han facilitado el ascenso de las fuerzas fascistas, de las tendencias irracionales, emocionales, frente a la fuerza de la razón: los ejemplos de Francia, Hungria, Italia, etc. muestran un rápido ascenso de personajes y fuerzas de ideología abiertamente fascista que representan la frustración de la pequeña y media burguesía; cansadas de una crisis que golpea con contundencia sus intereses que pasan a defender posturas ultranacionalistas, buscando la protección del estado liberal.

 ¿Por qué ha ocurrido esto? Tras el surgimiento y consolidación del revisionismo en la dirección de la inmensa mayoría de los partidos comunistas, la dirección de la lucha popular pasó, ya desde los años 60 del pasado siglo, a manos de la burguesía. En tanto la pequeña burguesía y la intelectualidad pequeño burguesa que copó la dirección efectiva de las organizaciones proletarias mantuvieron un status de vida aceptable, la canalización de sus intereses corría a cargo de las fuerzas políticas que en su día representaron los sectores más dinámicos de la lucha por la emancipación.

Pero, conforme la crisis ha ido alcanzando también a la burguesía, amenazando sus intereses inmediatos; y conforme la clase obrera iba apartándose de la lucha política, carente de una dirección consecuente y clasista, el campo ha sido ocupado por el fascismo que cínicamente encubre su mensaje reaccionario con un disfraz social, trasladando la responsabilidad última de la crisis a la “indisciplina” de los trabajadores, el empeño en no dejar actuar libremente y sin cortapisas la ley de la oferta y la demanda, al extranjero, etc.

En todo el mundo, el revisionismo y el oportunismo burgueses están en retroceso; los ejemplos se acumulan: Chile, Italia, España; en países donde la influencia de estas corrientes era evidente, las últimas derrotas, sorpresivas para muchos, han supuesto un duro golpe, cuya responsabilidad la burguesía “progre” quiere cargar sobre las clases trabajadoras que no les comprende, no aceptan la necesidad de ajustarse a objetivos limitados, la imposibilidad de ir más allá de las reformas limitadas que sus políticas puedan arrancar.

Esta crisis del revisionismo y del oportunismo, demuestra también que el objetivo de romper con el Estado burgués (superarlo) puede parecer una meta inalcanzable hoy por hoy, pero afirmar, como hace esta izquierda cómplice del capitalismo, que el trabajo, los derechos sociales, la democracia... son metas que pueden alcanzarse y consolidarse utilizando las instituciones del Estado burgués liberal que en épocas de crisis actúa como el Estado Mayor de la oligarquía financiera dominante, en un mundo que camina hacia el enfrentamiento entre imperialistas, es una quimera y un engaño contrarrevolucionario.

Por su parte, la clase obrera comienza a reactivarse, aunque, falta de dirección política, se limite a una defensa “práctica” y sindical de sus derechos. Los ejemplos de Inglaterra y Francia, silenciados por la prensa burguesa, marcan la tendencia de los próximos meses hacia un aumento del enfrentamiento sindical y social. El pueblo chileno, también, tras rechazar la confusa y pretenciosa constitución presentada por la Comisión, ha dejado clara su intención de avanzar en la consolidación de los derechos políticos arrebatados por la dictadura pinochetista. La tensión se va acumulando y las masas buscan una orientación política a sus reivindicaciones. La lucha de clases pasa de nuevo a primera línea de combate.

Consideramos que en este contexto es fundamental potenciar el papel de la CIPOML, organización que desde su fundación, en la que nuestro partido jugó un papel fundamental, ha contribuido a consolidar y coordinar un movimiento marxista–leninista reducido numéricamente, pero con sólidos principios comunistas.

Por eso, la necesidad de meternos de lleno en esta lucha, templar nuestras fuerzas y curtir a nuestra militancia, profundizar el debate político y la batalla ideológica frente al revisionismo y el oportunismo son nuestras prioridades absolutas en el inmediato futuro. Como señalara el camarada Stalin: “...en política, para no equivocarse, hay que mantener una política proletaria, de clase, intransigente, y no una política reformista, de armonía de intereses entre el proletariado y la burguesía, una política oportunista de “integración del capitalismo en el socialismo...” (Ibidem).

Situación interna

La situación económica en nuestro país, empeora; pero las perspectivas, no son mejores; todos los índices económicos caen: recientemente la indiscreción de un técnico del INE, informando de la previsión de un crecimiento del PIB “en torno a cero” para el tercer trimestre de este año en contra de las previsiones de los organismos económicos, ha provocado una profunda irritación en los ministerios del ramo; días después ya se sabe que la previsión para el cuarto trimestre de este año es de una caída del PIB.

La inflación se dispara: en Septiembre, se “moderó” hasta el 8,9%, pero en los alimentos ha alcanzado el 14,4% en términos interanuales; el coste de la vida crece, pero los salarios no: la subida media pactada en los convenios suscritos este año ha sido del 2,61% (realmente la subida media es del 1,8% si tenemos en cuenta que aún queda por pactar las subidas para más de 3,5 millones de trabajadores) y cerca del 75% de los trabajadores no están protegidos por una cláusula de revisión salarial. El acuerdo suscrito por CCOO y UGT con el Gobierno para los empleados públicos (el sindicato corporativista CSIF no lo ha suscrito) ha pactado un incremento salarial del 9,5% en los tres próximos años, por lo que la pérdida de poder adquisitivo aceptada es evidente.

Y, sin embargo, según el Banco de España: “... los excedentes empresariales se expandieron a un ritmo elevado y se registraron niveles muy similares o incluso algo superiores a los existentes antes de la crisis del covid”. El regulador pone algunos ejemplos escandalosos: “… El beneficio del Banco Santander en el primer semestre del año ha sido de 652 millones (un 86% más que el año pasado), Acciona un 275%; Colonial, un 120%, Repsol el 66%, Sabadell, 92%”, etc. Incluso, el diario “El Mundo”, uno de los cantores más entregados a las bondades del gran capital, reconocía que el aumento de los beneficios empresariales contribuye más que la subida salarial a la inflación.

Las Pymes tampoco han tenido los beneficios de las grandes empresas y las entidades financieras, porque, como se señalaba en la información del diario El País de donde proceden estos datos: “... muchas pymes no se han visto capacitadas para trasladar las subidas de sus costes... Tienes que ser un monopolista para mantener subidas de precio sin que te afecte...

Y, sin embargo, durante todo el año, los dirigentes de las dos principales centrales de clase, CCOO y UGT, han mirado para otro lado. Finalmente la situación les ha desbordado, forzándoles a comenzar la movilización. A pesar de su incomodidad al tener que tomar posición frente a un gobierno “amigo”, con dudas, con ausencias absolutamente inaceptables como la de la manifestación en defensa de las pensiones públicas del 15 de octubre en Madrid, finalmente han convocado una movilización que es el perfecto ejemplo de la impotencia del revisionismo (su punto culminante es la convocatoria de una Marcha a Madrid el 3 de Noviembre... un jueves laborable por la mañana).

Pero, a pesar de la cobardía de los dirigentes sindicales, se ha comenzado a activar la negociación de los convenios; los afiliados y cuadros sindicales exigen la respuesta organizada a un estado de cosas intolerable que nunca debería haberse consentido. Con los datos objetivos, hay ya razones más que suficientes para iniciar el combate y llevarlo hasta donde sea necesario para quebrar la decisión del capital de aprovechar la crisis para aniquilar también conquistas históricas de nuestra clase y hacerlo, además, durante el mandato de un gobierno de “izquierda” para dejar el campo de la lucha de clases como tierra quemada, facilitando la acción de un futuro gobierno reaccionario dispuesto a aplicar a raja tabla el programa de choque del gran capital, sin el ”complejo progre” del actual.

En un acto reciente, el Secretario General de CCOO, manifestaba su enfado con la patronal por la negativa de ésta a aumentar los salarios, cuando ellos (los dirigentes sindicales) habían salvado el capitalismo. Y es cierto: los dirigentes de la izquierda cobarde de este país, incluidos los sindicatos, no se han planteado en ningún momento la superación del capital; siempre han aceptado como principio la bondad del sistema capitalista y su modelo monárquico en España; han sido objetivamente agentes del capital para desviar al proletariado de sus objetivos revolucionarios; funcionarios técnicos encargados de mantener la “paz social”.

Es decir: hoy son los sindicatos los que, en función de su papel de “apaciguadores” de la tensión social, parecen desear un Pacto de Rentas que la gran empresa se niega en redondo a negociar porque ya está controlando en su beneficio la paz social que le garantiza la pasividad burocrática de los dirigentes sindicales: ¿para qué necesitan las grandes empresas tal pacto, si tienen paralizada la negociación colectiva, controlan absolutamente un mercado desregulado por completo a pesar de los torpes intentos del gobierno de coalición y no encuentran resistencia organizada alguna? En conclusión, los Sordo y Cia siguen salvando el capitalismo.

Lo nuevo es que las contradicciones se acumulan a una velocidad tal que la tensión social puede terminar sobrepasando todas las barreras. El malestar crece y hay que ayudar a organizarlo porque una respuesta dispersa y fragmentada en sus objetivos como la de las “mareas” terminaría en fracaso y llevaría la frustración de nuevo a las masas. Ejemplos como la movilización de los Barrios Hartos de Sevilla prueban que muchas veces tendemos a subvalorar el nivel de conciencia, de comprensión de la masa trabajadora, rehuyendo consignas que entendemos como “muy politizadas” y que, sin embargo, son perfectamente comprendidas y asumidas por la gente porque explican perfectamente el origen (y la solución) de sus problemas inmediatos. En aquel caso, la consigna: nacionalización de las energéticas, no solo fue aceptada por la mayoría de los vecinos de los barrios, sino que contribuyó a “asustar” al capital sobre las consecuencias de su negativa a negociar.

A las puertas de un año electoral, el Gobierno de coalición se limita a apagar fuegos con medidas limitadas y temporales o intentar torpemente desviar la atención sobre los lacerantes problemas que afectan a la mayoría social con ocurrencias verdaderamente torpes e irresponsables como la de establecer un “tope” al precio de determinados productos de primera necesidad, pactándolo “amistosamente” con las grandes distribuidoras y comercializadoras del país. Esta “gracia”, de la que ya apenas se habla, de la Vicepresidenta Segunda, es un perfecto ejemplo del tono paternalista, cobarde y cómplice de la política del revisionismo en el gobierno.

Más evidente aún es la complicidad del revisionismo con el capital, si tenemos en cuenta que el Gobierno de coalición en el que participan está implicándonos directamente en un conflicto militar abierto en Europa, asumiendo el coste que debe pagar la mayoría trabajadora en términos de encarecimiento de los combustibles y, consiguientemente, de los bienes y servicios; ha incrementado el gasto militar un 25% y ayuda con subvenciones y un trato preferencial a la gran empresa para que mejore su cuenta de resultados a costa de la generalización de la pobreza y de la miseria (en 2021, 13,1 millones de personas, el 27,8% de la población española se encontraba en riesgo de exclusión social).

Ninguna de las necesidades más perentorias del proletariado están siendo atendidas adecuadamente*(1); los datos concretos son escalofriantes: a pesar de haber más de cuatro millones de viviendas vacías según el último censo de 2011, el problema del acceso a la vivienda es hoy insalvable para miles de familias y para los jóvenes; el constante encarecimiento de los alquileres y de las hipotecas (como consecuencia del aumento de las tasas de interés, de la especulación, etc.) provoca dramas humanos que alcanzan incluso a trabajadores con empleo cuyos recursos no les permiten hacerles frente. En España se producen más de 100 desahucios al día, 400.000 en la última década.

Frente a esto, el gobierno se ha limitado a intervenir desde fuera, ofreciendo una ayuda limitada al alquiler de los jóvenes (cuya solicitud, por otra parte, es harto difícil, de gestionar), que rápidamente ha sido absorbida por un mercado dominado por la especulación. La ley de vivienda forma parte del cúmulo de promesas hasta ahora incumplidas. El Gobierno de coalición no ha hecho ninguna intervención real y efectiva para poner fin a la miserable especulación del sector financiero con un derecho elemental, que está condicionando el futuro de la juventud y amenaza el presente de miles de familias: la Sareb continúa reteniendo el parque de viviendas que controla, la creación de un parque de vivienda pública sigue sin ver la luz, etc.*(2)

No decimos que se hayan negado a expropiar de una vez las viviendas en poder de fondos de inversión o instituciones como la Iglesia Católica que, en ocasiones con ayuda de los “poderes públicos”, se han apropiado de un ingente parque inmobiliario, no; la realidad contrastable es aún más dura. La vivienda social representa el 2,5% del total, del parque inmobiliario español, frente al 9,3% de media en la UE: el Estado y sus diversas instituciones (sí, también el “gobierno más progresista de la historia”) incumplen sistemáticamente su deber de aportar un mínimo control real de la vivienda y dejan hacer a los buitres de las finanzas, aceptan sin chistar que la vivienda, en contra de lo que afirma el artículo 47 de su Constitución, es uno de lo más lucrativos negocios de capitalistas sin escrúpulo.

La sanidad, la enseñanza, sufren continuos recortes, convirtiéndose en campo para la especulación de fondos financieros piratas; la Iglesia Católica (que obtiene anualmente más de 11.000 millones de euros en ayudas del Estado) incrementa su control de la enseñanza concertada con cargo a fondos públicos... En definitiva, ninguna de las grandes carencias o desequilibrios económicos, políticos o sociales, ha sido abordado directamente por este gobierno que se define pretenciosamente a sí mismo como “el más progresista de la historia”

Conforme ha ido pasando el tiempo y se iba comprobando el incumplimiento de los principales compromisos del gobierno, ha crecido el desapego de las grandes masas populares hacia un ejecutivo que se percibe como un grupo de “progres paternalistas”. Y la consecuencia política de ello se ha traducido en la derrota electoral de las fuerzas políticas coaligadas en Madrid, Castilla y León y últimamente Andalucía.

Este declive se traslada a toda la izquierda institucional, también a la nacionalista. En Cataluña, el resultado de las elecciones del año pasado dejaba, como ya analizamos en su día, un panorama “peculiar”: quien ganó en votos (el PSOE) no pudo gobernar porque no tenía la mayoría de escaños; y quién sí la tenía (ERC y Junts sumando sus escaños) no podían llevar adelante su proyecto político porque la Constitución monárquica impide expresamente el Derecho a la Autodeterminación; la consecuencia de ello ha sido la reciente ruptura entre ambas fuerzas. Y el obligado apoyo del PSOE a ERC para garantizar su sostén en el Parlamento.

En el País Vasco, ha ocurrido algo parecido; el nacionalismo reaccionario del PNV, nunca ha ocultado su carácter clerical y derechista, su “flexibilidad” en el trato político con la oligarquía nacional “española” (de hecho su voto ha sido imprescindible en no pocas ocasiones para imponer uno u otro gobierno del PSOE o PP a lo largo de estos años; y alguno de sus más eximios dirigentes, como Josu Jon Imaz, ocupan ahora la dirección de empresas tan españolas como Repsol). Eso ya se sabía, ahora queda probado que, la izquierda abertzale, con una política centrada en exclusiva en la defensa de la independencia, ha pasado con armas y bagajes al lado de la “izquierda responsable” apoyando, como los demás, leyes como la del pasado 9 de junio, que favorece la creación y desarrollo de planes de pensión privados en las empresa, que contribuyen a privatizar un derecho conquistado por nuestra clase a lo largo de muchos años de lucha; se han transformado en lo que realmente eran desde hace mucho tiempo: la versión euskaldun del ciudadanismo.

El declive general de la izquierda comprometida con el régimen ha dejado el campo libre al PP, aunque este tiene también una herida interna que tenderá a abrirse en el futuro: la sustitución de Casado por Feijoo, un viejo perro de presa acostumbrado a “lidiar” la política de pasillo española, ha contribuido a mejorar sus expectativas electorales; el resultado de las últimas elecciones en Andalucía lo han vendido como un espaldarazo a la “política responsable” de la “derecha moderada” e institucional. Pero cada vez resultan más claras y pronunciadas algunas contradicciones: 1) La fractura interna entre dos actitudes, una más “institucional” más cercana al pacto para no poner en tensión el Estado monárquico en tiempos de tormenta y otra, impulsada por elementos dispuestos siempre a la confrontacción, que empujan constantemente a la formación reaccionaria hacia posturas abiertamente fascistas, como la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuya única “cualidad” política es la chulería y la prepotencia pretenciosa, 2) Aunque ha conseguido en Andalucía separarse del “abrazo del oso” con Vox, lo ha hecho a costa de radicalizar su posición política, asumiendo el ideario de esa fuerza fascista.

La crisis política de UP, está haciendo evidente que hay diferencias entre las corrientes revisionistas y oportunistas, y no solo de matiz, que debemos valorar: el PCE-IU forman parte del campo del revisionismo, intentan llevar una acción reformista que no cambia nada porque su aliado en el gobierno de coalición, el PSOE, que ha sido desde la transición la punta de lanza de los principales recortes contra las conquistas de los trabajadores que luego ha desarrollado el PP, es quien de verdad marca la acción política del gobierno.

Por su parte, los oportunistas, agrupados en torno a Podemos y Más País son la consumación práctica de las corrientes postmarxistas surgidas en los sesenta del pasado siglo una vez consolidado el revisionismo moderno. La articulación de la lucha política en torno a las “demandas insatisfechas” de las que hablaba Ernesto Laclau, su gurú filosófico, constituye el centro de su acción política. Estas corrientes, fuertemente influidas por el trotskismo y el anarquismo, han provocado una gran dispersión de objetivos en torno a reivindicaciones que no forman parte del núcleo central de la lucha de clases. Y su acción política en el gobierno de coalición se centra (se limita, sería mejor decir) a legislar sobre estas cuestiones, con leyes que, al elevar a prioritarios objetivos que en un momento como el actual de explotación económica pura y dura son claramente secundarios, resultan verdaderamente esperpénticas y provocan contradicciones en el campo popular en los propios ámbitos a los que van dirigidas.

Es obvio que en una coyuntura como la actual, en la que la contradicción de clase se expresa sin ningún paliativo, abierta y crudamente, la mayoría trabajadora asiste con verdadero estupor a este espectáculo. El Gobierno de coalición y en particular sus socios minoritarios han perdido todo crédito, con independencia de cuál sea el resultado de las próximas elecciones (que probablemente acarreen su derrota sin paliativos). Se nos plantea, pues, la necesidad de separar claramente nuestra actividad de las prioridades que marcan estas corrientes y trabajar por la unidad en torno a la reivindicación central de ruptura con el régimen.

El panorama de degradación del campo revisionista-oportunista, aunque esperado, es profundo. Los tres años del gobierno de coalición han provocado un verdadero terremoto también en las filas de las organizaciones que lo sustentan. El último Congreso del PCE (XX) se cerró en falso con una bronca interna que, sin duda, dejará huella. En Podemos, desde hace ya tiempo, las agrupaciones electorales locales que le servían de organización están rotas, entre enfrentamientos las más de las veces personales entre su militancia y los cuadros institucionales cuestionados.

El sector de UP proveniente del revisionismo, insiste en llevar adelante una impotente política de reformas, sin cuestionar ninguna de las bases antiobreras sobre las que está constituido el régimen del 78. Su base militante proviene del mundo del trabajo, y la acción de sus representantes en el Gobierno busca “suavizar” alguna de las aristas de la política del capital. El sector de la coalición que proviene del oportunismo ciudadanista, por su parte, centra su intervención en las reformas orientadas a los “derechos democráticos” relacionados con aspectos culturales o identitarios. Unos y otros renuncian a ir más allá de unas reformas limitadas que no durarán más allá del próximo cambio de gobierno, porque no cuestionan el centro del poder del Estado.

A. Gramsci (del que, por cierto, todos se declaran admiradores aunque deformen sus enseñanzas) se refería en una de sus Notas sobre el Estado a esta actitud cobarde e impotente del revisionismo, en estos términos: “La confusión entre el Estado-clase y la sociedad regulada es propia de las clases medias y de los pequeños intelectuales, que acogerían con gusto cualquier regulación que impidiese las luchas agudas: es una concepción típicamente reaccionaria y regresiva”.

El año próximo es más que previsible una severa derrota de la “izquierda institucional”, por lo que cabe esperar la descomposición acelerada de la corriente oportunista, máxime cuando la apuesta del PCE-IU pasa por el proyecto “Sumar” que encabeza Yolanda Díaz, que se ha mostrado abiertamente hostil hacia Podemos. Hemos de tener en cuenta esto, como también la existencia de sectores críticos que intentan coordinarse frente a las direcciones comprometidas con el régimen.

Huelga decir que el proyecto “Sumar” no va a cambiar nada de la política revisionista que va a seguir manteniendo su colaboración con el régimen monárquico, por lo que su consolidación (por otra parte muy dudosa dado el grado de descomposición del campo revisionista) no aportaría nada positivo al combate contra el fascismo, al provocar aún más frustración y desapego en las clases populares.           

Nuestras tareas

Como vemos, el nuevo periodo político se caracteriza por el recrudecimiento de la crisis económica y social, pero también de la crisis política. En el reciente comunicado del Secretariado, se señalaban las principales tareas a que debe hacer frente nuestro Partido. Recordamos algunas de las cuestiones planteadas en él: el campo de los comunistas está absolutamente descentrado. Son precisamente las organizaciones que se definen como comunistas las que contribuyen a incrementar la confusión política actual. Su dispersión ideológica, el compromiso objetivo de la mayoría de los destacamentos “comunistas” con las tesis que, desde uno u otro campo en lucha, encabezan la pelea interimperialista; su renuncia a los objetivos revolucionarios, a la lucha por la destrucción del orden imperialista, van de la mano con la renuncia a los criterios racionales de análisis de la realidad.

Las mayoría de las fuerzas que se autodefinen como comunistas en España hace mucho tiempo que renunciaron al análisis dialéctico, hace mucho tiempo que abrazan las más variopintas corrientes del idealismo burgués *(3). Ni es el momento para plantear la “unidad de los comunistas”, ni podemos transigir con la ideología burguesa disfrazada de “marxista”.

Entramos en una fase democrática de la revolución. Lo que está en juego es avanzar en la unidad incluso con aquellos sectores de la pequeña burguesía trabajadora, desengañados que coinciden en la necesidad de superar el régimen. Porque, conforme avanza la crisis política, si algo va quedando diáfanamente claro es que cualquier reivindicación de fondo choca con un obstáculo formidable sin cuya superación no es posible avanzar: el régimen del 78, un régimen constituido para evitar la ruptura con la dictadura; un Estado cuyas instituciones, normas y estructura tienen como único fin dejar “atado y bien atado”, en palabras del dictador, la vida y las relaciones políticas en manos de la minoría oligárquica. Es una Constitución otorgada la que regula la vida política del país y no caben reformas duraderas sin terminar con ella, sin alcanzar una República.

* Se abren posibilidades para la unidad. La unidad incluso, como decimos, con sectores de la burguesía democrática, porque entramos en una fase democrática de la revolución; no hay condiciones para ir más allá sin asentar en primer lugar los intereses democráticos que comparten las clases populares. El elemento subjetivo está debilitado en extremo: al proletariado le falta experiencia de combate y organización para dirigirlo, la influencia del revisionismo sigue siendo alta y el enemigo de clase está fortalecido. A todo ello hay que unir la debilidad de los comunistas; no solo orgánica, que también, sino fundamentalmente, ideológica. Existe, sin embargo, la posibilidad de avanzar hacia una unidad popular, siempre que se articule en torno a objetivos políticos claros; y, entre ellos, el primero, romper con el régimen. El conseguirlo abriría un nuevo periodo verdaderamente democrático que ayudaría a avanzar hacia la revolución.

En la España monárquica, todo vale siempre que no se toque ninguno de los pilares del régimen. Y se trata precisamente de eso, de derribarlos. Se abren posibilidades para la lucha: la inutilidad de la política reformista está a la vista de todos, el proletariado no puede soportar la intensidad de la ofensiva de la oligarquía capitalista y se va a lanzar a la pelea en defensa de sus intereses amenazados. En esa tarea, está ya buscando instrumentos propios para organizarse; hay ya experiencias que debemos generalizar.

Los sectores más lúcidos del proletariado buscan articular una oposición en los organismos unitarios, dirigida a combatir abiertamente las posiciones de un gobierno, el de coalición, que únicamente sirve para distraer los objetivos, para entretener con falsas esperanzas a los sectores más atrasados. Debemos ayudar en esa tarea, sirviendo en la medida de nuestras fuerzas de catalizador de esos intentos.

Debemos trabajar activamente por ayudar a la articulación de una coordinación en los sindicatos y organizaciones de masas que plantee ir más allá, que denuncie la actitud del gobierno de coalición y se enfrente a él. Coincidimos en la lucha común por el avance de las reivindicaciones concretas, respetamos los acuerdos unitarios, pero no rebajamos, ni rebajaremos nuestra posición política por ello. Nos dirán que con esa actitud ayudamos al fascismo a avanzar posiciones, pero lo único cierto es que el fascismo avanza cuando no se le hace frente, cuando no hay una ideología y una política de firmeza democrática, que se le oponga, cuando el miedo y la cobardía son la guía de la acción política de la izquierda; cuando la rutina es la norma de actuación de la izquierda, como está ocurriendo.      

Entramos a gran velocidad en un periodo de cambios vertiginosos en el que no podemos, ni debemos, titubear a la hora de aplicar nuestra política. La audacia es, como siempre ha sido, la característica que ha definido a los comunistas a la hora de afrontar las tareas del momento y esa debe ser nuestra consigna.

¡Adelante, camaradas!

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Notas:

*(1).- La propia Reforma Labora que se ha vendido como un avance en la regulación del mercado laboral ante la “imposibilidad” de derogar las reformas de Rajoy y Zapatero, está mostrando ya sus limitaciones. Recientemente el economista Marcel Jansen de la fundación Fedea, señalaba: "la sucesión de recontrataciones de temporales ha sido sustituida por el rellamamiento de los contratos fijos discontinuos". Es decir, que se está trasvasando la rotación de las actividades temporales a la contratación indefinida.

*(2).-El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, respondía en el último cara a cara con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado: “¿Sabe qué es lo que hemos tenido que contabilizar como deuda pública en estos años que llevo al frente del Gobierno? 35.000 millones de euros del banco malo, Sareb, que ustedes nos dejaron como respuesta a la crisis financiera”.

*(3).- Esto decía hace unos años el dirigente de una de las organizaciones de ideología trotskista (el Movimiento Comunista) de la que el podemismo es epígono: “El marxismo está marcado por la pasión de un tiempo que quiso fundir en un todo filosofía, ciencia, ideología popular y política. En el intento causó bastantes desperfectos en cada uno de esos campos… Esas ideologías, en efecto, son artefactos mentales demasiado pretenciosos: intentan responder a demasiadas preguntas”. Eugenio del Rio. Página Abierta. Febrero de 2002