Comunicado sobre las elecciones catalanas

De nuevo se han celebrado elecciones en Cataluña, sin que se produjeran grandes sorpresas. Todo lo contrario, se han cumplido, en general, las predicciones anunciadas por las encuestas, pero sobre todo se han verificado las tendencias que desde hace tiempo dominan la política española.

Uno de los hechos más comentados ha sido la irrupción del fascista Vox en el Parlament catalán y su sorpasso respecto al PP, su organización matriz, que han merecido algunos alarmados golpes de pecho en los mismos medios oligárquicos que han estado dando resonancia a sus criminales ideas desde al menos 2018. Ninguna sorpresa, en realidad, en un marco de creciente envalentonamiento del fascismo, en la calle y en las instituciones, amparándose en la permisividad o directa complicidad de administraciones, jueces y prensa. El ascenso de Vox en Cataluña cobra todo su sentido en un contexto marcado -ciñéndonos a lo más inmediato- por el encadenamiento de sucesivas tropelías que, sin excepción, han compartido la misma orientación de ataque contra la izquierda y contra nuestra clase: la impune exaltación del fascismo en el Ejército y Policía; la detención del cantante Pablo Hassél; las cargas en Valencia contra los que se manifestaban contra ella; las declaraciones anticomunistas del presidente del TSJ de Castilla y León; los disparos y las balas de goma contra manifestantes; las bravuconadas nazis vomitadas por una chusma durante su homenaje a la División Azul –la misma que colaboró con las tropas hitlerianas en sus crímenes contra los ciudadanos de la URSS-, etc., etc. En definitiva, quienes realmente detentan el poder del Estado han resuelto que ya no necesitan mantener una ficción democrática que les estorba para aplicar su programa antipopular. En medio de la creciente competencia y rivalidad interimperialista, la oligarquía está decidida a fortalecer sus posiciones, a costa del proletariado, sin detenerse en formalidades. Por eso, Ciudadanos y el PP ya han sido amortizados, de momento en Cataluña, como instrumento para azuzar la violencia en todos sus grados contra las clases populares.

Por su parte, el nacionalismo catalanista se ve abocado, de nuevo a la disyuntiva entre mantener una pragmática convivencia con el Estado o retomar el procès, lo que va a situar en un difícil equilibrio la política de ERC a dos bandas en Madrid y Barcelona que, hasta ahora, parece haber sido electoralmente rentable. Sea como fuere, el debate sobre la vía nacional a seguir entre las diferentes fracciones burguesas catalanas volverá a orillar los verdaderos problemas de las clases populares, ahondando aún más en las políticas privatizadoras y tecnocráticas que, desde el pujolismo, siempre se han beneficiado del silenciador nacionalista.

Tampoco la socialdemocracia -mucho menos los socioliberales- está en condiciones de dar respuesta a los problemas de la mayoría trabajadora en Cataluña. No el PSC, desde luego, que ha demostrado sobradamente su carácter de clase y su concepción del Estado. Pero tampoco En Comú Podem, cuyos resultados electorales y su discurso demuestran que no es un referente para la clase obrera catalana. De hecho, todo parece indicar que ha habido un importante trasvase del voto popular identificado con la identidad cultural española –y frustrado con C’s-, en el “cinturón rojo” de Barcelona, hacia el PSC, en menor medida a Vox y, desde luego, hacia la abstención. Esto indica tanto la asfixiante centralidad que ha ido adquiriendo el “eje nacional” en la política catalana, como la existencia de importantes sectores que no le conceden tanta importancia como para apoyar al fascismo de Vox ni al socioliberalismo y que, faltos de un instrumento político con el que defender sus intereses de clase, han optado por engrosar la abstención.

En definitiva, no es posible avanzar, dentro del marco monárquico, ni en la autodeterminación de los pueblos ni en la resolución de los muchos y graves problemas que aquejan, desde mucho antes del inicio de la pandemia, a nuestra clase en Cataluña. El nacionalismo catalán y sus bases sociales deben asumir que no hay autodeterminación posible ni, por tanto, resolución de la cuestión nacional, en el marco del régimen monárquico heredero de la dictadura. Es necesaria, pues, una alternativa amplia que sitúe en el centro del debate los intereses de las clases populares, frente a las burguesías reaccionarias, para hacer avanzar un programa democrático que haga posibles los derechos nacionales y sociales del pueblo trabajador catalán.