Se acaban de celebrar las cuartas Elecciones Generales en cuatro años. El verdadero objetivo del bloque dominante en estas elecciones era el de reforzar el bipartidismo que hasta ahora se ha turnado en el control de las instituciones del régimen. A la vista del resultado, hay que poner en duda que lo haya conseguido.

La mayoría de los analistas coinciden en señalar que no cabe esperar un Gobierno estable. Nada ha quedado resuelto; sea cual sea el nuevo gobierno, se constituya con un acuerdo entre socioliberales (PSOE) y reformistas (Unidas Podemos y otros) o mediante pacto entre PSOE y PP como parece desear Sánchez, probablemente no llegue a terminar la legislatura. Como señalaba el diario El País, «Sánchez gana pero la formación de Gobierno se complica aún más».

Si algo deja claro el resultado de estas elecciones es que la crisis del régimen continúa agravándose: el mismo hecho de que no garantice en modo alguno un gobierno estable para los próximos cuatro años es una buena prueba de ello.

La división afecta también al campo de la derecha. El PP (partido del que procede la mayoría del núcleo de dirección de Vox, incluido su portavoz nacional) era aceptado hasta ahora como representante de los sectores de la derecha franquista en la acción política institucional. El ascenso de Vox no es más que una parte de la reconfiguración del campo de la derecha, lo mismo que el hundimiento de Ciudadanos, ese espantajo político que jugaba con una cierta ambigüedad progre en temas sociales al tiempo que se escoraba cada vez más claramente hacia posiciones profundamente reaccionarias. Todo ello prueba a su vez que, como venimos insistiendo, los diferentes sectores de la burguesía expresan cada vez con mayor contundencia y radicalidad sus expectativas.

Esta ha sido la cuarta elección en cuatro años en la que ninguna fuerza ha planteado alternativas a los problemas reales de la mayoría trabajadora. Todo se ha centrado en las identidades y, de entre estas, con particular contundencia la identidad nacional.

Lo que el cínico Pedro J. Ramírez llamaba en la televisión pública «eje de la centralidad constitucional» (que incluye, a pesar de sus estudiadas ambigüedades, al PSOE) apoyó sin fisuras la posición más dura del nacionalismo españolista; y ha conseguido el efecto contrario, reforzar el voto a las fuerzas nacionalistas, tanto en Cataluña como en Euskadi y Galicia, así como reforzar el mensaje del reaccionario Vox, que ha aprovechado las debilidades y miedos del resto de fuerzas políticas para hablar con descaro de la vuelta al fascismo, poniendo en cuestión los cada vez menos adornos democráticos del régimen monárquico continuista.

¿Qué cabe esperar en el inmediato futuro? Probablemente más inestabilidad. La derecha y el socioliberalismo intentarán buscar el acuerdo para evitarlo: a ello le empujan lo que en tiempos del franquismo se denominaban “poderes fácticos”. Que nadie descarte incluso un posible pacto entre PSOE y PP para llevar adelante los recortes que la oligarquía, que es quien realmente controla el poder político en nuestro país, precisa acometer para volver a descargar en las clases populares las consecuencias de la nueva crisis económica que se avecina. Otra cuestión es que finalmente consigan estabilizar la acción del gobierno.

Por otra parte, desde hace tiempo, la burguesía y sus diversos sectores definen abiertamente sus posiciones en el ámbito político, en tanto el proletariado permanece alejado de la lucha política. Fruto de esa falta de alternativas, del abandono político que sufren las clases populares, de la ausencia prácticamente total de propuestas que recojan las reivindicaciones más urgentes de la mayoría trabajadora y el consecuente hastío de esta, se esperaba un resultado aún peor. Sin embargo, aunque ha aumentado la abstención, no lo ha hecho tanto como se temía, fundamentalmente porque los sectores más lúcidos de nuestra clase han dado el voto al reformismo, aun conscientes de la debilidad e inconsistencia de sus propuestas, para evitar un mayor avance del fascismo rampante.

Sin embargo, el campo popular no puede continuar esta deriva tan peligrosa. Es preciso y cada vez más urgente avanzar hacia la unidad de las fuerzas y gentes de izquierda en torno a una alternativa que plantee sin ambigüedad unos objetivos de superación del régimen que acaben con la dispersión política del campo popular, expresada simbólicamente en la elección de un diputado por una fuerza, Teruel Existe, cuya razón de ser es meramente local, sin ningún proyecto general.

Nuestro Partido llama a todas las fuerzas de izquierda, tanto nacionales como nacionalistas, a dar pasos hacia la unidad. No una unidad basada en la ambigüedad en torno a las cuestiones políticas trascendentales, que ignora los objetivos de la mayoría y centra todo en el trabajo institucional, sino una unidad de lucha, construida partiendo de la claridad en las propuestas centrales, que necesariamente deben dirigirse contra las bases políticas del régimen actual, para superar una estructura estatal profundamente condicionada por la Transición, que dejó prácticamente incólumes la clase dirigente y muchas de las instituciones de la dictadura. Esa estructura política es el caldo de cultivo del fascismo, como lo son los principales problemas del país, irresolubles en el marco monárquico, que demagógica y mezquinamente explota Vox. Esa unidad tiene que plantearse como primera tarea frenar al fascismo, combatirlo con firmeza y determinación.

Este modelo hace aguas por todos lados y no aguanta más. Llegados a este punto, solo cabe esperar que la derecha reaccionaria termine anulando los adornos democráticos, cada vez menores, por otra parte, de la constitución del 78; o que la izquierda acometa la tarea de superarla, avanzando en democracia.

Enredarse, como hasta ahora ha hecho la izquierda institucional, en una lucha cultural por identidades parciales, empeñarse en que desde las instituciones y con la constitución monárquica es posible avanzar hacia un futuro democrático, sería dar facilidades al fascismo.

El próximo 6 de diciembre, aniversario de la Constitución monárquica, es la primera oportunidad para dar los primeros pasos hacia esa confluencia de la izquierda. Llamamos a todas las organizaciones populares a apoyar las movilizaciones convocadas. Nuestro Partido compromete toda su militancia y actividad en ello.

Esa es la tarea: Unidad, República, Ruptura democrática.

¡Unidad para combatir el fascismo!

Secretariado del CC del PCE (m-l)