Comité Ejecutivo del PCE (m-l)

La victoria electoral de Syriza el pasado 25 de enero ha sido la expresión del rechazo generalizado de los griegos a la política de miseria impuesta por la Unión Europea, que ha llevado a la caída de un 25% del PIB, al despido de 200.000 funcionarios y a la emigración de 200.000 personas, jóvenes en su mayoría. De hecho, si no tenemos en cuenta las fallidas promesas de Hollande antes de su elección en Francia, es la primera vez que una fuerza que accede al poder en la UE cuestiona la catastrófica política de «austeridad».

Entre la amenaza y el acuerdo

En sus primeros días en el poder, Syriza ha anunciado las primeras medidas para hacer frente a la crisis humanitaria que atraviesa el país: restablecer el suministro eléctrico a las familias sin recursos; devolver la asistencia sanitaria a los tres millones de griegos que han sido privados de ella; proporcionar ayudas a las familias que dependen de comedores sociales; desarrollar un plan de empleo público garantizado; detener importantes privatizaciones; recuperar el nivel del salario mínimo interprofesional anterior a la crisis y la paga de Navidad de los pensionistas; restituir en su empleo a los funcionarios despedidos; y dar la nacionalidad griega a los hijos de inmigrantes nacidos en Grecia. Para financiar su programa, cuyo coste estima en 11.300 millones de euros para este año, Syriza pretende recurrir a una nueva legislación fiscal y al endurecimiento de la lucha contra el blanqueo de dinero y la evasión de impuestos, así como a la negociación de una quita y una moratoria para la deuda griega que recuerda a la que permitió a Alemania recuperarse de la derrota en la Segunda Guerra Mundial[1].

Durante las semanas anteriores a las elecciones, los jerifaltes europeos se han prodigado en amenazas que han dejado patente, una vez más, el respeto que la democracia y la soberanía de los pueblos merece a los burócratas a sueldo del capital en Bruselas. Obviamente, les resulta más cómodo un gobierno de Nueva Democracia en Atenas para proseguir su brutal programa a la mayor velocidad posible.

Sin embargo, los contactos previos de Tsipras con figuras relevantes de la política y las finanzas internacionales, así como las quitas anteriores a la deuda griega y los cambios impuestos por Draghi en la política del BCE ya permitían entrever una segunda posibilidad: que los capitales europeos opten por un moderado viraje como el que les ofrece Syriza, más o menos prolongado, que evite el hundimiento de la economía griega, con sus impredecibles secuelas, al que apunta la política impuesta en estos años. Téngase en cuenta, además, que el programa de Syriza se centra en la deuda que está en manos del BCE (si bien buena parte de ella fue cedida por la banca privada), ya que es más fácil, al menos en teoría, llegar a una solución política sobre ella; mientras que ha asegurado que va a respetar el pago de la parte que se encuentra en manos privadas. Así pues, puede que las presiones sobre la Troika no vengan sólo del nuevo gobierno griego, sino también de esos mismos tenedores privados, para garantizar el cobro de sus préstamos.

Hay datos que permiten vislumbrar esta posibilidad: si bien la Bolsa de Atenas se ha desplomado más de un 9%, se ha encarecido la deuda griega y se ha producido una retirada masiva de depósitos bancarios, el capital no ha recibido con alarma la victoria de Syriza: las bolsas europeas han subido y se ha animado la compra de deuda pública italiana, portuguesa y… española. Y es que el BCE, miembro de la Troika, ha generado perspectivas de suculentos negocios al anunciar un gigantesco programa de compra de deuda, que le revenderán los hoy compradores. Ya se sabe que el keynesianismo nació para asegurar los negocios, no las vidas: de ahí que el BCE siga negándose a comprar deuda griega o a efectuar quitas.

Por otra parte, la misma prensa burguesa contempla este escenario con total normalidad. Así, Vidal-Folch vaticinaba en El País la imposibilidad de cumplir el programa de Syriza en su totalidad y señalaba un posible acuerdo final para flexibilizar el pago de la deuda y atender a los problemas sociales más sangrantes. Por otra parte, Xenia Kounalaki apuntaba en el mismo diario una posible inclusión de Grecia en el programa de compra de deuda del BCE, a cambio del cumplimiento del programa de rescate, y daba una pista importante: los acreedores pueden considerar innegociables aspectos como la recuperación del salario mínimo y la nueva regulación del mercado de trabajo.

Economía y política

Sea como fuere, lo cierto es que ahora mismo ambas partes están jugando con fuerza sus cartas. Y con ello aparece descarnadamente, como fondo, el problema político que subyace al enfrentamiento entre Atenas y la Troika, como apuntábamos en nuestro comunicado anterior a las elecciones del 25 y en la entrevista de Evrensel. El caso griego es, una vez más, la demostración palmaria de la relación indisoluble que existe entre el imperialismo y la opresión ejercida sobre la clase obrera en el seno de las propias potencias.

Por su parte, Tsipras ha sido el primer presidente griego que ha accedido al cargo en un acto laico, lo cual es un hecho importante en el contexto heleno. Queda por completar el gesto, a partir de ahora, con el prometido ataque a la gigantesca propiedad inmobiliaria de la Iglesia ortodoxa griega, para el que no podrá contar con ANEL. En segundo lugar, ha negado la mayor al no aceptar el actual plan de rescate ni la posibilidad de pagar la deuda, y al no reconocer, en consecuencia, a la Troika como parte negociadora. Pero lo más importante para nuestro razonamiento es su plantón al embajador de los EEUU y el nombramiento, como ministro de Defensa, de Panos Kamenos (ANEL) y de Níkos Kotziás en Exteriores, ambos proclives a un mayor entendimiento con Rusia: una manera de presionar a Berlín y Bruselas que puede despertar viejos fantasmas de aliados como Turquía, bastante maltrecha ya por su política aventurera en el Próximo Oriente, y favorecer las demandas de Atenas.

En cuanto al enroque de Berlín frente a la renegociación defendida por Syriza y el órdago de Merkel ante eventuales medidas unilaterales del gobierno griego frente a la Troika, insistimos en la importancia del aspecto político de la situación para comprenderlo. Como señalábamos en nuestro comunicado anterior, la UE, con Alemania al frente, necesita prepararse para el aumento de las tensiones interimperialistas y no puede tolerar alivio alguno sobre los países del sur, ya que esto «les quita presión para que impulsen reformas que Berlín considera imprescindibles». Las tensiones en Ucrania, y el frente abierto por el nuevo gobierno griego en este punto ante las sanciones contra Rusia, ayudan a entender el papel de la pelea interimperialista en la ansiedad alemana por mantener esa presión y no ceder en aspectos clave para la «competitividad» europea como los que señalaba Kounalaki.

Igualmente, en el plano propiamente interno de la Unión, las políticas de «austeridad» forman parte de la criminal ofensiva que lleva a cabo la burguesía europea para doblegar a los trabajadores del continente y pulverizar sus conquistas, para fortalecerse en la pugna con otros bloques. De ahí su tenaz resistencia, como señalábamos en nuestro comunicado anterior, a reconocer el fracaso, en lo económico, de las medidas impuestas a Grecia, España, Portugal, Italia... La posición de los gobiernos del sur de Europa tiene, asimismo, idéntica motivación política: como señalaba El País basándose en fuentes comunitarias y alemanas, «España, Portugal e Irlanda […] son tres países periféricos y gobernados por conservadores, que pueden temer el efecto contagio político de Grecia […] una de las razones por las que no pueden ceder es porque un éxito de Tsipras supondría un mensaje catastrófico para otros países del sur de Europa, como España, que se han esforzado en hacer reformas».

De hecho, los sectores defensores de la política de «austeridad» ya están lanzando mensajes para romper la solidaridad de los trabajadores europeos. El argumento, compartido tanto por la prensa conservadora como por el socialdemócrata Sigmar Gabriel, vicecanciller alemán, es que cualquier concesión a Grecia debería trasladarse al bolsillo del resto de europeos; y que, si finalmente se produce la salida de Grecia del euro (algo que aparenta no temer Alemania), ello sería responsabilidad exclusiva del gobierno griego.

Queda patente pues, con lo dicho hasta ahora, que no se puede obviar los elementos políticos: tanto la pugna interimperialista como el combate para desarmar definitivamente a los trabajadores europeos. Son factores que condicionan fuertemente las cuestiones puramente económicas, que empujan sin duda a la UE, en el contexto de una creciente tensión interimperialista, a proseguir la merma de derechos para fortalecerse, en fin, en esa misma pugna con los otros bloques.

Por lo que respecta a la propia Syriza, es evidente que se enfrenta a grandes dificultades para hacer realidad todas sus promesas. Para empezar, graves divergencias la enfrentan a ANEL, pero también hay importantes desacuerdos en el seno de la que fuera coalición hasta 2013.

Sin embargo, con todo lo que hemos visto, el grado de consecución de los objetivos populares dependerá no sólo de la determinación de los líderes de Syriza, que es como están enfocando el debate las diversas corrientes, sino también de la correlación de fuerzas en Grecia e internacional: la búsqueda de aliados en el exterior (tanto los pueblos como otros gobiernos) por parte de Atenas, así como la actitud de otras fuerzas de la izquierda griega (el KKE, fundamentalmente) cuando sea necesario capear un eventual bloqueo de ANEL; o la capacidad de las fuerzas obreras y populares de forjar instrumentos de unidad, frentes populares, en los distintos países, que permitan presionar a Bruselas, e incluso torcer el brazo a los burócratas de la UE en algunas cuestiones básicas, tanto para Grecia como para el resto de países. Por otro lado, en la medida en que la Unión tema que Grecia pueda ser una cabeza de puente para otras potencias que aporten financiación (Rusia parece el sujeto con más probabilidades de reforzar su papel por ahora), o que la estabilidad interna en el continente se vea afectada, como apuntábamos, puede hacer concesiones que aflojen la presión sobre los trabajadores. Y, por otro lado, las dudas sobre qué dirección tomar van a darse también entre los propios capitalistas y sus representantes políticos, debido a todos estos factores.

Syriza, por su parte, tiene la obligación de mantenerse firme, pese a la urgencia de la catástrofe humanitaria, en todos aquellos objetivos que permitan reforzar la capacidad de lucha de los trabajadores griegos, y no limitarse a las medidas de emergencia contra la pobreza, que serían reversibles si lograran rehacerse las fuerzas de la oligarquía. Igualmente, pueden ser necesarias medidas más contundentes, si prosigue la resistencia de la Troika, para asegurar incluso la financiación del programa de emergencia frente a la crisis humanitaria. Por supuesto, es previsible la resistencia del capital y las instituciones europeas que lo representan, como ha quedado dicho. Pero todo ello haría necesario incrementar el nivel de la lucha y reforzar la intervención de las masas en el proceso, así como la solidaridad internacional. Ello plantearía nuevas metas en la propia Grecia y podría permitir avanzar al proletariado en el continente: recordemos que, como señalara Stalin, ninguna muralla china separa las tareas de la revolución democrática de la revolución proletaria.

¿Qué papel nos corresponde a los comunistas europeos en este proceso?

El valor del triunfo de Syriza es, ante todo, que puede devolver la iniciativa a las fuerzas populares de Europa, ya que pone sobre la mesa la posibilidad de revertir los ataques de los últimos años. Es necesario aprovechar el momento para recuperar la iniciativa e incluso pasar a la ofensiva. Syriza ofrece algunos elementos que favorecen nuestras posiciones en el debate en general (la reivindicación de la propia izquierda y sus tradiciones de lucha), y en el que se da dentro de la izquierda en particular: la importancia de la organización y, sobre todo, la unidad en torno a cuestiones de principio. Son aspectos que nos favorecen en la pelea frente a los diferentes populismos que han ido creciendo en toda Europa.

Por supuesto, también hay muchas cuestiones que no compartimos, tanto ideológicas como organizativas, y habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar los dirigentes de Syriza y –lo que es más importante- hacia dónde les empujan sus propias bases. Pero estos elementos son fruto de la propia debilidad de las fuerzas revolucionarias, que en ningún país europeo hemos sido capaces de promover y dirigir este tipo de alianzas amplias, como sí hacen los camaradas tunecinos, por citar un ejemplo cercano. Como en este caso, en muchas cuestiones el desarrollo dialéctico de la situación en Grecia puede ser el espejo en el que mirarse para ir desbrozando el camino en nuestros países respectivos y señalar en cada momento las lecciones tácticas que nos proporcione sobre formas de unidad y su funcionamiento, programas, actitud de la oligarquía, etc. Pero no sólo eso: ocurra lo que ocurra, es nuestra obligación incrementar la propaganda y la solidaridad con Grecia para defender las conquistas del pueblo griego y generalizar la lucha contra la política de «austeridad».

¡Fuera la troika de Grecia!

¡Adelante la lucha del pueblo griego por sus derechos!

¡Adelante la solidaridad con los trabajadores griegos!

Comité Ejecutivo del PCE (m-l)

2 de febrero de 2015


[1] Estimada como equivalente, hoy, a 11.000 millones de euros. Otro dato de interés, también relacionado con Alemania, es el enorme (y absurdo) volumen de las compras griegas de armamento (quinto importador del mundo entre 2004 y 2010, superando a Israel e Irán juntos) y de su ejército (85 habitantes por soldado). Su presupuesto de Defensa es del 2,4% del PIB (1% en España). Lo llamativo del caso es que el 40% de todas las importaciones armamentísticas griegas entre 2006 y 2010 provino de Alemania, y otro 20% de Francia, lo que ha llevado a algún analista a afirmar que «no es Alemania quien rescata a Grecia, sino que es el dinero público griego lo que protege a los trabajadores alemanes y franceses contra la crisis» (lya U. Topper en M’Sur, 20/8/2012).